martes, 9 de agosto de 2016

Beiras.

A pluma ágil de Carlos Luis  Rodriguez sempre mais o servizo de quem  pagou que doutra coisa, torna-se honesta  neste artigo que acho muito lúcido sobre la  figura política de Beiras.     Esta no jornal  El  Correo Gallego de hoje. 


EN su diabólico Diccionario del diablo, Ambrose Bierce otorga una ventaja al estadista sobre el político: estar muerto. La muerte ayuda mucho a ensalzar la figura de algunos hombres de Estado, en tanto que la vida es como si los hiciese mas vulgares, prosaicos, cercanos, restándoles gran parte de su glamur. Los regímenes del pasado entendieron muy bien esta circunstancia al rodear al soberano de una pompa cuyo objetivo esencial era alejarlo, confundirlo con los dioses y los héroes legendarios.
 

Pues los políticos también juegan con desventaja al ser equiparados a los mitos de la política. Castelao es nuestro mito más recurrente. Quién osaría decir que su mitificación es exagerada. Sin embargo tuvo a su favor una vida política bastante breve, una participación oblicua en los líos que el galleguismo partidario padeció y sobre todo esa idea de que se trataba de un político a la fuerza, malgré lui, de un intelectual obligado a mancharse las manos al que le hubiera encantado ser solamente un artista que interpreta el alma de su pueblo. En el subconsciente colectivo de los gallegos Castelao es un político poco político que se puede querer con independencia de lo que uno piense o vote. He ahí una ventaja que él no buscó y que su penoso exilio aumentó considerablemente.
 Valga esta larga digresión para apostillar cariñosamente al gran amigo y admirado colega Caetano Díaz cuando equipara a Xosé Manuel Beiras con Castelao. ¿Qué hubiera sido del rianxeiro con cuarenta años de vida política a cuestas, innumerables campañas, incontables derrotas, incesantes iniciativas partidarias que rompen los nudos gordianos de la política gallega, traiciones dolorosas y adhesiones oportunistas a su carisma? Lo que más engrandece a Beiras es que pudo haber elegido el camino que lleva al Olimpo y optó por quedar entre los mortales, con todas sus miserias. A diferencia del bendito Dios cristiano, el dios griego a veces se implica de forma altiva en las cosas triviales pero enseguida retorna a su guarida, casi siempre cabreado. Beiras opta también por la mitología si bien elige a Prometeo, tan aludido por Marx, o se resigna a ser el gran Sisifio que nunca llega pero nunca ceja. Por eso en el momento de su marcha, más que sus perfomances no siempre afortunadas, hay que subrayar el rechazo a ser el gurú que teoriza sin mojarse. Un país sin mitos carece de grandeza, pero cuando se va del corazón a los asuntos como decía el poeta, se precisan hombres que se impliquen, gente como Beiras que diga que la gloria puede esperar. Es una pena que los suyos no le dieran un adiós elegante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios: