La
editorial del Païs. del domingo cinco de junio nos da de cara con la nueva realidad política que tenemos de frente. Nos causa sorpresa el arrebato y el combate de la editorial con la realidad que se quiera o no está ahí. Y eso que solo es a partir de una encuesta por la que el PSOE pasa detrás del partido Unidos-Podemos.
Desde la transición El País fue la Biblia del neo-demócrata. Generaciones de españoles leyeron informaciones y formaciones a través de uno de los mejores periódicos de Europa. Sin duda el liderazgo ideológico de centro izquierda y de la derecha más democrática salió del País. Su influencia sobre gobiernos de España es indudable. El grupo Prisa en el conjunto de medios de comunicación tuvo y tiene un peso preponderante e influencia en la política española. El que nos enseñó como tenía que ser un demócrata ahora nos dice que todo era mentira.
Sin duda los lectores más sensibles con ideologías de izquierda han visto la evolución del País en los últimos años. De su tendencia amalgamadora de tendencias, su moderación, su comprensión con movimientos de todo signo, ha virado ligeramente, y eso es indudable. Sus problemas según se cuenta como empresa, los cambios actuales en el mantenimiento de la prensa tradicional, los negocios internacionales e influencias de su editor, Juán Luis Cebrián, gurú ideológico de los primeros años de la democracia etc. Todo pueden ser causas de una deriva ideológica o de un cambio de actitud a aquel periódico abierto a los movimientos sociales y a las inquietudes de una sociedad que quería cambios en la política y la sociedad española.
Parece como si El País se hubiera hecho viejo ya, cansado que no es aquel vital joven que devorabam muchos españoles diariamente. Cuando uno fue todo suele soportar mal a los advenedizos. Es Ley de vida, pasa en muchos aspectos de la sociedad y la vida. Pocos son los que son capaces de liberarse del hombre viejo y escuchar y tratar de comprender a los nuevos, a la nueva generación que llega. Algunos creen que han inventado el mundo y les gustaría que el mundo no se moviese, pero no es así, afortunadamente y antes de llegar ellos ya hubo otros como ellos antes y vendrán otros que suplirán a aquellos.
Todo fluye, todo está en movimiento, todo cambia . Ya lo decía Heráclito en la Grecia presocrática.
El meter miedo es también una forma de influencia política. El País veía como en la transición otros amenazaban al pueblo con lo que podían hacer los tanques, ahora es más sofisticado todo el miedo se puede meter de muchas formas. Al decir que toda esta impostura, así llamada, le puede salir muy caro a la sociedad española, nos podemos preguntar si le sigue saliendo barata la actual impostura de la corrupción del conjunto del entramado político-empresarial-clientelar-amiguismo, o la pérdida del mérito y capacidad en aras del fulanismo y los contactos, o la oxidación de instituciones políticas y judiciales. O las faltas de expectativas para la juventud como ve que se le cierran las puertas de los de siempre y ve como el que no tiene amigos no consigue nada, porque el entramado público de años de contactos-políticos-sociales lo inunda todo. Nunca sabremos cual impostura será mayor, lo que si sabemos es que la gente ve una puerta de esperanza y se agarra a ella. No tienen tanto miedo a equivocarse, porque siempre pueden reaccionar, y eso es algo así como la democracia. Comprender el porque el pueblo ahora está pensando así puede ser un ejercicio de honradez de un periódico grande y honesto, el reñirle por contravenir sus intereses tiene otra calificación.
El País no sólo demoniza al nuevo partido de la Izquierda, riñe a los electores, amenaza con lo que puede pasar, no es sensible ni se para a conocer los motivos para que el nuevo partido adelante al PSOE. No hay un análisis crítico ni menos comprensivo. Estamos ante una editorial combatiente, sectaria , más propia de periódicos de la derecha que de un periódico siempre respetuosos con valores democráticos, y sobre todo con respeto al pueblo y a los votantes.
Todo se resume con esta pequeña síntesis.
Esta es la situación a tres semanas de la cita con las urnas. No es tiempo de bajar los brazos ni de hacer campañas hipotensas, sino de señalar a los electores los riesgos que entraña la operación en marcha para deprimir al centroizquierda y hacerle frente con arrojo. Se quiere convencer a esa gran mayoría situada en las zonas ideológicas templadas de que no hay más alternativa que el PP o Podemos, cuando no es cierto. Esa impostura puede costarle muy cara a la sociedad española.