PASEANDO POR LISBOA Y RECORDANDO LAS CONVERSACIONES CON COSME Y LA EXPULSION DEL SEMINARIO DE CAMBADOS.
En capítulos anteriores. I, II, III
Lisboa 2016
Cambados 1974.
Hoy he ido hasta la Rua do Alecrím, me he parado delante del lugar donde estaba el hotel Braganza. Me imaginé su noble entrada y me pareció ver a Pimenta recibiendo a los huéspedes españoles que huían de la guerra civil, y que venían a instalarse y a ser compañeros de estancias de Ricardo Reis. Se les veía gentes de posición alta que escapaban de las hordas rojas que en esos momentos estaban dominando las capitales extremeñas. Sé que en cualquier momento va a salir Ricardo Reis, con su paraguas en mano,su gabardina, sus gafas, su aspecto de señor tradicional bien situado que va a dar un paseo, o quién sabe hasta adonde irá. ¿Se irá a reunir con Celia, quedaría con Pessoa, irá dar una vuelta sin más por si ve a la "menina" del hotel de la que está enamorado?.
Me senté en la
terraza de pequeño café y lentamente desplazo mi vista al solar en que veo en mi
imaginario el hotel Braganza y pienso en Reis y en mi. Dos historias que no tienen
nada que ver. No sé como fue la infancia y juventud, que nunca existió, de
Reis.Sólo Pessoa podría saberlo. Saramago no nos dice nada, pero me hago la idea de que alguién que
estudió medicina, tenía una cultura clásica amplia, era partidario del regreso
de la monarquía y era el representante del tradicionalismo portugues de Pessoa,
habrá tenido una buena cuna y estudiado en buenos colegios. Sería el hijo de
una clase social muy acomodada en una época en que las distancias entre ricos y
pobres eran muy grandes. Sin duda nuestros orígenes y nuestras infancias fueron diferentes. Pensaba que no
envidiaba en nada su infancia, porque la mía fue feliz. Creo que la mayor parte
de la felicidad la lleva uno dentro, de serie, da igual donde vivas y como
vivas, la felicidad es otra cosa. No obstante la vida está hecha de experiencias
que nos van haciendo personas. Tiene que existir el amargo para saber y valorar
lo que es el dulce. Sólo tengo tendencia a recordarme de las cosas felices de
la infancia, trato de olvidar los pequeños malos tratos que todos hemos tenido.
Me gusta recordar los días y los momentos gloriosos y las experiéncias
positivas, dicho lo cual, tengo que reconocer que hubo una que me marcó más que
otras. Aquél momento tan duro, o si quieres llamarlo traumático no me es fácil
olvidarlo aunque si ya está superado, evidentemente. Aquél momento me marcó
nuevos caminos y me abrió nuevas puertas y creo que si pasó es que tenía que pasar, que mi vida
se estaba escribiendo y que no la dirigía yo, si no las circunstancias. Fue cuando
me expulsaron del colegio.
Me traslado a Cambados, al colegio, veo a Cosme y me veo a mi en aquél día tan triste e inesperado. Estamos en 1974 en Octubre el curso empezando casi y el año agonizando casi. El mundo está convulso, pero más convulso está el mundo religioso en el que vivíamos. Una nueva época se presentía y aunque parecíamos ajenos a todo lo que pasaba, metidos en nuestro deporte, nuestras actividades, los estudios y los rezos diarios, nos estaba penetranado algo del aire de libertad, de cambios sociales y de costumbres que andaban sueltos por una España que ya funcionaba a dos velocidades. Franco aguantaba al lado de la gerontocracia conservadora, la Iglesia estaba revolucionada, la moda, las costumbres emepezaban a ser diferentes, el mundo empezaba a cambiar a marchas forzadas. Nuestros profesores estaban dividos en dos mundos y formas de pensar muy evidentes y eso nos llegaba por mucho que se tratara de disimular. En Portugal ha habido una revolución militar y comunista, a Nixon lo largan de la Casa Blanca por el Watergate, muere Perón, sólo hacia un año del asesinato de Carrero Blanco, la calle está llena de sindicalistas y huelgas, Abba nos transformó a todos en Eurovisión con Waterloo con un nuevo estilo de música y de vestimenta que nos dejaba embelesados. Se oye hablar de una película “El padrino” y de un policía Serpico, Al Pacino. Los curas unos andan con sotanas otros de paisano, unos te explican la historia hablandote de burguesía, lucha de clases, cambios sociales y otros te explican el arte y la literatura con censura. Incluso algunos dicen misas clandestinas de paisano e invitan a algunos alumnos a asistir. Después me daría cuenta que lo nuestro no era nada para lo que se estaba cociendo en la calle.
Todo esto, sin duda, me afectaría en los hechos que me ocurrirán después. Recuerdo bien aquél día . En Cambados, en Otoño llovía mucho, era una época de salir poco al exterior, nuestro tiempo de ocio iba más para la lectura y juegos de salón. Echabamos de menos el sol, el balón, las carreras, estar en el campo de futbol o baloncesto, o hablando y chillando en aquellos maravillos momentos de recreo y de tiempo libre en aquel paraiso lleno de verde y viñedos. Lo que podía parecer una época triste no lo era tanto porque la convivencia con muchos palía la soledad y la tristeza que de otra forma nos ocasionaría aquél tiempo lluvioso y cálido. Las risas y los juegos nos hacían divertirnos y sonreir. Nos adaptabamos a la circunstancia y nos reinvetabamos con otra forma de jugar y de divertirnos. Nunca parecía que estuviesemos tristes.Los miércoles por
la tarde se rompía un poco la rutina semanal. Saliamos en grupos a dar un paseo
por las cercanías de campos y aldeas y en alguna ocasión a la villa. Teníamos la
tarde de los miércoles medio libre,
porque allí el concepto de libertad no
estaba muy claro, todo estaba controlado y en grupo, lo individual no estaba
bien visto, por no decir prohibido, lo nuestro era el rebaño. Pero de todas formas aquello era una actividad distinta, especial, que nos hacia sentir algo libres e infantiles. Aquél
miércoles de finales de octubre como todos , tocaba paseo, y por suerte no llovía. Don Antonio, el
salesiano asistente de mi curso, se me
acercó y me dijo que por la tarde cuando todos saliesen de paseo que me quedase y que tenía que
ir a hablar con el señor director a su despacho. No me dijo el motivo, y como es lógico apareció una turbación en mí, por lo excepcional de la situación y la incertidumbre que todo aquello me creaba. Cuando
todos se fueron de paseo me quedé sentado en el banco fuera de mi clase, en el paseo porticado del colegio mirando los viñedos cercanos, el pequeño valle con sus verdes prados y un poco más a lo lejos el pequeño monte de pinos que marcaban el horizonte y que sólo sabía que trás estaba un pueblo llamado Barrantes. Allí estuve un buen rato hasta que acercándose la hora fijada me fui dirigiendo hacia el despacho del director. Iba despacio y las piernas parecían estar flojas. Cuando me iba acercando vi a cuatro alumnos más que merodeaban por allí y al ver sus caras mi intuición me daba que estabamos todos en el mismo tren. Mi sorpresa fue que ví ya encubriendo el pasillo a
Cosme. Creo que él me vió, pero hizo por no verme, sin duda no era buen momento para él. Mi preocupación en ese momento aumentó y veía que algo se estaba precipitando o rompiendo en mi mundo adolescente. No obstante avancé de prisa y le alcancé, y me dirigí a él,
- ¿Vas a ver al director también? Le pregunté de forma directa.
- Si, me han dicho que a las seis suba a su despacho. ¿sabes algo?. Me dijo.
- Ni idea, bueno esperemos que sea para algo bueno.