Hace días me encontré con un post de J.R. Chaves en su blog DE LA JUSTICIA.COM titulado La insoportable levedad del factor humano en la Justicia. Él lo circunscribe al campo jurídico, especialmente de los jueces.
Con su reflexión sobre el concepto “factor
humano”, podía decir, con todo respeto, que me ha leído el
pensamiento. Eso explica un poco porque
me gusta, entre otras cosas por su alto nivel ilustrativo, sus sabrosos post. Me ha
congraciado conmigo el saber que alguien como él tiene ne también esa manía . Porque para mi el concepto es una muletilla habitual. Últimamente usado en demasía, tal vez. Porque al final de explicaciones, debates, casos etc. uno quiere finalizar buscando una explicación a un mal o hacer o al revés a una buena gestión y no encuentra otra explicación que todo se resume en aquella persona que pasaba por allí, o sea en el factor humano.
En la época tecnológica del automatismo donde parece que un " alguien" hace todo y que ya nada depende del hombre, pues pienso que no es así. Sigue siendo fundamental la acción humana y la gestión humana de las emociones para que las cosas funcionen, aunque parezca raro. El factor humano es fundamental en todo.
En la época tecnológica del automatismo donde parece que un " alguien" hace todo y que ya nada depende del hombre, pues pienso que no es así. Sigue siendo fundamental la acción humana y la gestión humana de las emociones para que las cosas funcionen, aunque parezca raro. El factor humano es fundamental en todo.
¿Qué es el factor humano, o el concepto del que estamos hablando? Chaves lo utiliza como lo utilizo yo de una
forma simple. Es decir, las normas, las formas, las leyes pueden ser
maravillosas pero pueden mejorarse o fracasar dependiendo de quién, de que
persona, gestiona, juzga, atiende en la ventanilla, maneja los papeles . Viene a ser esa fuerza emotiva positiva o negativa que poseen las personas para hacer que las cosas se presenten de forma amable o no y de solucionar conflictos más allá del positivismo jurídico y de las normas estrictas y el imperio de la tecnología.
Se suele decir que en la política local no se vota
al partido sino a la persona. Cuando un pueblo encuentra un buen gestor, una
persona honrada, empática, apropiado para el trabajo de alcalde, lo suele votar
aunque sea de un partido minoritario o
de un partido independiente. Es un ejemplo arquetípico en el que el factor
humano es valorado de forma fehaciente. También
puede ser que ese factor humano se de en un miembro de un partido
mayoritario que cuenta con apoyos de información y divulgación, pero es cuando
se puede dar lo contrario, que se cuele dentro del paraguas del gran partido un
tóxico político que para explicarlo tenemos que volver a decir “es el factor
humano”.
Así como se hizo viral la expresión “es la economía
imbécil” que utilizamos sobre todo
durante la crisis y que sintetizaba y concluía muchas discusiones teóricas con la frase citada, lo mismo pasa cuando concluimos que es el factor humano como causa que podía explicar ciertas conclusiones.
Cuando irrumpió Podemos en la vida política, con su
sistema de asambleas, círculos etc. Se mezclaban personas de preparación y
buenas intenciones con personajillos de todo pelaje, profesionales de la
discusión por la discusión pero que detrás de ellos no había un expediente de trabajo y de experiencia de responsabilidades. Profesionales del hablar por hablar habían promocionado de repente a ser gestores o influyentes líderes en el mundo político. Ciertas actitudes internas no se entendían, así como tanto teje maneje para una acción política. Yo y más de uno al final sin entender nada, concluíamos que el hábito no hace al monje que es lo mismo que decir, el factor humano, una vez más.
Nunca olvidé cuando en el internado alguno de mis formadores insistía en que lo fundamental de la vida, es la formación del hombre. La disciplina, la educación, educarse en la formación de valores fundamentales que todos conocemos, eran básicos para formar al hombre. Detrás de la formación de la persona, hombre o mujer, con el molde bien hecho, podemos meter dentro un jardinero, un médico, un Guardia Civil, un juez, un mecánico etc. pero en todo caso todo junto nos dará un buen profesional y un hombre con habilidades para intentar ser feliz. Al final el factor humano sólo lo pueden dar personas que están a bien consigo mismo y son felices.
Nunca olvidé cuando en el internado alguno de mis formadores insistía en que lo fundamental de la vida, es la formación del hombre. La disciplina, la educación, educarse en la formación de valores fundamentales que todos conocemos, eran básicos para formar al hombre. Detrás de la formación de la persona, hombre o mujer, con el molde bien hecho, podemos meter dentro un jardinero, un médico, un Guardia Civil, un juez, un mecánico etc. pero en todo caso todo junto nos dará un buen profesional y un hombre con habilidades para intentar ser feliz. Al final el factor humano sólo lo pueden dar personas que están a bien consigo mismo y son felices.
Cuando en la ventanilla nos encontramos con el
funcionario que solo verlo identificamos como enemigo, el cual por no estar bien informado está en guardia contra el
administrado que llega a pedirle ayuda, que se coloca en modo funcionario francotirador y
anti-colaborador nos encontramos con la Administración que es impersonal pero representada por este señor, que es el factor humano de la Administración. Este francotirador tiene la facultad de con una buena y pequeña gestión solucionar o evitar un problema.Pero no, no sólo lo
evita sino que incrementa el problema, retrasa la solución o crea uno nuevo. Todo ello por falta de empatía, por falta de ganas de
trabajar, por no ser persona adecuada para tratar con la gente. El perjudicado es
el administrado, víctima de un negativo factor humano.
J. Chaves, profundiza más y mejor que yo en el concepto. Pero leyendo entre líneas su razonamiento dirigido a sus colegas jueces, se ponen los pelos de punta. Hay profesiones o puestos tan sensibles al factor humano que cambian el sentir y vivir de una sociedad, ahí es nada. Una sociedad con médicos funcionarios que van por la pasta, jueces que pasan y no ayudan a la administración de justicia, policías que pasan y son malos profesionales, jefes militares incompetentes, funcionarios que no funcionan, todo forma un elenco muy negativo de que el factor humano nos puede colapsar y hacer invivible la vida.
J. Chaves, profundiza más y mejor que yo en el concepto. Pero leyendo entre líneas su razonamiento dirigido a sus colegas jueces, se ponen los pelos de punta. Hay profesiones o puestos tan sensibles al factor humano que cambian el sentir y vivir de una sociedad, ahí es nada. Una sociedad con médicos funcionarios que van por la pasta, jueces que pasan y no ayudan a la administración de justicia, policías que pasan y son malos profesionales, jefes militares incompetentes, funcionarios que no funcionan, todo forma un elenco muy negativo de que el factor humano nos puede colapsar y hacer invivible la vida.
Por el contrario el factor humano puede ser todo lo
contrario. Ser una carga positiva tremenda que supla las carencias legales y
las distintas anomalías del sistema con celo, trabajo y entusiasmo por quién
tiene la misión de cumplir y gestionar.
En mis primeros año en la escuela rural el maestro de aquellos años pertenecía al factor humano más malo que haya. Era la antítesis del buen profesor. No sólo enseñaba mal sino que había muchos alumnos que no aprendían nada. Él en aquel ambiente rural de la época iba a ser el único contacto con la cultura y el aprendizaje tan necesario para el nuevo futuro que les esperaba. El daño por acción y sobre todo por omisión que pudo hacer este hombre, es imposible de evaluar. La administración, el Estado, había puestos los medios, con un buen maestro el pueblo habría conseguido varias generaciones formadas culturalmente en una época en que el cincuenta por ciento de la población rural era analfabeta. Mala suerte el factor humano jugó en contra. Por el contrario en el mismo pueblo la escuela femenina de las niñas tenía una maestra que enseñaba y cumplía muy bien, las niñas tenían mucha más preparación que los niños. El factor humano había jugado a favor.
En mis primeros año en la escuela rural el maestro de aquellos años pertenecía al factor humano más malo que haya. Era la antítesis del buen profesor. No sólo enseñaba mal sino que había muchos alumnos que no aprendían nada. Él en aquel ambiente rural de la época iba a ser el único contacto con la cultura y el aprendizaje tan necesario para el nuevo futuro que les esperaba. El daño por acción y sobre todo por omisión que pudo hacer este hombre, es imposible de evaluar. La administración, el Estado, había puestos los medios, con un buen maestro el pueblo habría conseguido varias generaciones formadas culturalmente en una época en que el cincuenta por ciento de la población rural era analfabeta. Mala suerte el factor humano jugó en contra. Por el contrario en el mismo pueblo la escuela femenina de las niñas tenía una maestra que enseñaba y cumplía muy bien, las niñas tenían mucha más preparación que los niños. El factor humano había jugado a favor.
Dependemos mucho del factor humano en ambos
sentidos.