Juan Manuel de Prada
A veces, la visión caricaturesca que se ofrece de Podemos, como una patulea de perroflautas chupópteros de la teta chavista y siempre a la greña, impide que reparemos en movimientos muy sorprendentes que se están produciendo en su seno.
Resulta muy llamativo, por ejemplo, constatar la franca admiración que Pablo Iglesias ha empleado siempre para referirse a Francisco. «El Papa rema en una dirección muy parecida a nosotros», ha afirmado en más de una ocasión; y también: «Creo bastante en lo que dice el Papa, dice cosas muy sensatas (…) No soy religioso, pero me sorprende estar tan de acuerdo con el Papa». Cuando Francisco viajó a Estrasburgo, no hubo nadie que se mostrase tan encandilado con su discurso como Iglesias: «Me encantaría conocer a Jorge Bergoglio –dijo entonces--. Estoy convencido de que estaríamos de acuerdo en muchas cosas. Si ese encuentro fuera posible, para mí sería un honor tenerlo. (…) En el Vaticano o en mi casa de Vallecas, donde sea posible». En aquella ocasión Iglesias no puedo verse con Francisco; pero sí pudo regalarle (siempre hace regalos muy bien pensados) un ejemplar de "San Manuel Bueno, mártir", la novela de Unamuno. Poco después, convocaron a Iglesias para una audiencia con el Papa que tendría que haberse celebrado en estos días (¡no contaban en Roma con que en España siguiésemos sin gobierno!); y que, inevitablemente, ha sido aplazada hasta que dejemos de estar en campaña electoral. Lo cual tal vez ocurra cuando San Juan baje el dedo.
No es la única prueba de esta sintonía. Íñigo Errejón, por ejemplo, no ha vacilado en fotografiarse con un ejemplar de la encíclica "Laudato si" entre sus manos, acompañado por Gustavo Vera, un político y activista social porteño que disfruta de la máxima privanza ante el Papa. Y, hace apenas unos días, Santiago Alba Rico, uno de los más finos intelectuales en la órbita de Podemos, publicaba en "Cuarto Poder" un artículo de atrevido tono paradójico en el que exhortaba a la izquierda a reconsiderar su «visión contemporánea de la Iglesia y de su papel histórico en un mundo que se derrumba»; y en el que se contenía un encendido ditirambo de Francisco: «Tenemos a un anticlerical anticapitalista en la Santa Sede, mientras el resto de los gobiernos del mundo se clericaliza de un modo u otro, vía el nacionalismo identitario, el laicismo fanático o el capitalismo mafioso. (…) ¿No deberíamos alegrarnos de ello, para sumar nuestras huestes –con nuestros debates y dudas—a la lucha común?».
Alba Rico concluye así su artículo: «Haciendo un pequeño esfuerzo, Unidos Podemos podría ser tan de izquierdas como el papa Francisco; de lo que no cabe duda es de que, si la doctrina católica la dicta el papa de Roma, en estos momentos Unidos Podemos es el partido más católico que existe en España. La vieja izquierda tenía a la URSS, a Cuba, a América Latina. La nueva, sin periódicos ni televisiones, sin apoyos geopolíticos, sólo tiene al Vaticano, de cuyas tropas tanto se burló Stalin. (…) Es, en todo caso –incluso electoralmente—, nuestra única baza». Huelga añadir que el artículo de Alba Rico ha provocado sarpullidos en los sectores más cristofóbicos (que suelen ser los menos permeables al razonamiento paradójico) de Podemos; pero también el aplauso de otros sectores que piensan que una Iglesia comandada por Francisco (al que ven como una especie de Chávez sin boina y con muchos más seguidores) puede ser un excelente “compañero de viaje”. A fin de cuentas, ni los podemitas más obtusos (que tanto hacen el caldo gordo a sus caricaturistas) podrán negar que el Vaticano es el Estado con la constitución más avanzada (¡y antigua!) del planeta.
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