PASEANDO POR LISBOA Y RECORDANDO LAS CONVERSACIONES CON COSME Y LA EXPULSION DEL SEMINARIO DE CAMBADOS.
En capítulos anteriores. I, II, III
Lisboa 2016
Cambados 1974.
Hoy he ido hasta la Rua do Alecrím, me he parado delante del lugar donde estaba el hotel Braganza. Me imaginé su noble entrada y me pareció ver a Pimenta recibiendo a los huéspedes españoles que huían de la guerra civil, y que venían a instalarse y a ser compañeros de estancias de Ricardo Reis. Se les veía gentes de posición alta que escapaban de las hordas rojas que en esos momentos estaban dominando las capitales extremeñas. Sé que en cualquier momento va a salir Ricardo Reis, con su paraguas en mano,su gabardina, sus gafas, su aspecto de señor tradicional bien situado que va a dar un paseo, o quién sabe hasta adonde irá. ¿Se irá a reunir con Celia, quedaría con Pessoa, irá dar una vuelta sin más por si ve a la "menina" del hotel de la que está enamorado?.
Me senté en la
terraza de pequeño café y lentamente desplazo mi vista al solar en que veo en mi
imaginario el hotel Braganza y pienso en Reis y en mi. Dos historias que no tienen
nada que ver. No sé como fue la infancia y juventud, que nunca existió, de
Reis.Sólo Pessoa podría saberlo. Saramago no nos dice nada, pero me hago la idea de que alguién que
estudió medicina, tenía una cultura clásica amplia, era partidario del regreso
de la monarquía y era el representante del tradicionalismo portugues de Pessoa,
habrá tenido una buena cuna y estudiado en buenos colegios. Sería el hijo de
una clase social muy acomodada en una época en que las distancias entre ricos y
pobres eran muy grandes. Sin duda nuestros orígenes y nuestras infancias fueron diferentes. Pensaba que no
envidiaba en nada su infancia, porque la mía fue feliz. Creo que la mayor parte
de la felicidad la lleva uno dentro, de serie, da igual donde vivas y como
vivas, la felicidad es otra cosa. No obstante la vida está hecha de experiencias
que nos van haciendo personas. Tiene que existir el amargo para saber y valorar
lo que es el dulce. Sólo tengo tendencia a recordarme de las cosas felices de
la infancia, trato de olvidar los pequeños malos tratos que todos hemos tenido.
Me gusta recordar los días y los momentos gloriosos y las experiéncias
positivas, dicho lo cual, tengo que reconocer que hubo una que me marcó más que
otras. Aquél momento tan duro, o si quieres llamarlo traumático no me es fácil
olvidarlo aunque si ya está superado, evidentemente. Aquél momento me marcó
nuevos caminos y me abrió nuevas puertas y creo que si pasó es que tenía que pasar, que mi vida
se estaba escribiendo y que no la dirigía yo, si no las circunstancias. Fue cuando
me expulsaron del colegio.
Me traslado a Cambados, al colegio, veo a Cosme y me veo a mi en aquél día tan triste e inesperado. Estamos en 1974 en Octubre el curso empezando casi y el año agonizando casi. El mundo está convulso, pero más convulso está el mundo religioso en el que vivíamos. Una nueva época se presentía y aunque parecíamos ajenos a todo lo que pasaba, metidos en nuestro deporte, nuestras actividades, los estudios y los rezos diarios, nos estaba penetranado algo del aire de libertad, de cambios sociales y de costumbres que andaban sueltos por una España que ya funcionaba a dos velocidades. Franco aguantaba al lado de la gerontocracia conservadora, la Iglesia estaba revolucionada, la moda, las costumbres emepezaban a ser diferentes, el mundo empezaba a cambiar a marchas forzadas. Nuestros profesores estaban dividos en dos mundos y formas de pensar muy evidentes y eso nos llegaba por mucho que se tratara de disimular. En Portugal ha habido una revolución militar y comunista, a Nixon lo largan de la Casa Blanca por el Watergate, muere Perón, sólo hacia un año del asesinato de Carrero Blanco, la calle está llena de sindicalistas y huelgas, Abba nos transformó a todos en Eurovisión con Waterloo con un nuevo estilo de música y de vestimenta que nos dejaba embelesados. Se oye hablar de una película “El padrino” y de un policía Serpico, Al Pacino. Los curas unos andan con sotanas otros de paisano, unos te explican la historia hablandote de burguesía, lucha de clases, cambios sociales y otros te explican el arte y la literatura con censura. Incluso algunos dicen misas clandestinas de paisano e invitan a algunos alumnos a asistir. Después me daría cuenta que lo nuestro no era nada para lo que se estaba cociendo en la calle.
Todo esto, sin duda, me afectaría en los hechos que me ocurrirán después. Recuerdo bien aquél día . En Cambados, en Otoño llovía mucho, era una época de salir poco al exterior, nuestro tiempo de ocio iba más para la lectura y juegos de salón. Echabamos de menos el sol, el balón, las carreras, estar en el campo de futbol o baloncesto, o hablando y chillando en aquellos maravillos momentos de recreo y de tiempo libre en aquel paraiso lleno de verde y viñedos. Lo que podía parecer una época triste no lo era tanto porque la convivencia con muchos palía la soledad y la tristeza que de otra forma nos ocasionaría aquél tiempo lluvioso y cálido. Las risas y los juegos nos hacían divertirnos y sonreir. Nos adaptabamos a la circunstancia y nos reinvetabamos con otra forma de jugar y de divertirnos. Nunca parecía que estuviesemos tristes.Los miércoles por
la tarde se rompía un poco la rutina semanal. Saliamos en grupos a dar un paseo
por las cercanías de campos y aldeas y en alguna ocasión a la villa. Teníamos la
tarde de los miércoles medio libre,
porque allí el concepto de libertad no
estaba muy claro, todo estaba controlado y en grupo, lo individual no estaba
bien visto, por no decir prohibido, lo nuestro era el rebaño. Pero de todas formas aquello era una actividad distinta, especial, que nos hacia sentir algo libres e infantiles. Aquél
miércoles de finales de octubre como todos , tocaba paseo, y por suerte no llovía. Don Antonio, el
salesiano asistente de mi curso, se me
acercó y me dijo que por la tarde cuando todos saliesen de paseo que me quedase y que tenía que
ir a hablar con el señor director a su despacho. No me dijo el motivo, y como es lógico apareció una turbación en mí, por lo excepcional de la situación y la incertidumbre que todo aquello me creaba. Cuando
todos se fueron de paseo me quedé sentado en el banco fuera de mi clase, en el paseo porticado del colegio mirando los viñedos cercanos, el pequeño valle con sus verdes prados y un poco más a lo lejos el pequeño monte de pinos que marcaban el horizonte y que sólo sabía que trás estaba un pueblo llamado Barrantes. Allí estuve un buen rato hasta que acercándose la hora fijada me fui dirigiendo hacia el despacho del director. Iba despacio y las piernas parecían estar flojas. Cuando me iba acercando vi a cuatro alumnos más que merodeaban por allí y al ver sus caras mi intuición me daba que estabamos todos en el mismo tren. Mi sorpresa fue que ví ya encubriendo el pasillo a
Cosme. Creo que él me vió, pero hizo por no verme, sin duda no era buen momento para él. Mi preocupación en ese momento aumentó y veía que algo se estaba precipitando o rompiendo en mi mundo adolescente. No obstante avancé de prisa y le alcancé, y me dirigí a él,
- ¿Vas a ver al director también? Le pregunté de forma directa.
- Si, me han dicho que a las seis suba a su despacho. ¿sabes algo?. Me dijo.
- Ni idea, bueno esperemos que sea para algo bueno.
El continuó y me dijo.
-No te preocupes, lo suele hacer de vez en cuando, el hablar con algunos alumnos para preguntarles sobre las cosas del colegio, en fin, lo habitual.
Sus palabras me tranquilizaron, no obstante noté en su cara algo distinto, cierta ansiedad, algo que me dejaba al pie del misterio. Intuí una cierta preocupación en él que me inquietó, porque el solía saber más cosas que yo, y controlaba muy bien todos las situaciones. Pero bueno ya veríamos.
El director era un hombre que parecía mayor, todos los directores lo parecen. Hoy pensando pienso que no lo era, teniendo en cuenta que cuarenta años en la época era todo una leyenda. Sotána impecable, pelo negro peinado con ralla lateral, gafas negras de pasta, pulcro en sus ademanes, manos blancas y suaves. Era de mediana estatura, y de complexión más bien fuerte de tal modo que sin estar gordo la brillante y planchada sotana que llevaba le marcaba un poco el pecho y la barriga. En su hablar se veía que no era gallego, tenía un toque de voz peculiar que me gustaba escuchar, parecía palentino,hablaba ese castellano perfecto amorfo sin ningún acento, como nos enseñaban que debíamos hablar, especialmente vocalizando para cambiar esa forma gallega de hacer vocales de diferentes sonidos y hacer nasales y sordas, dando musicalidad a nuestro castellano. Su expresión era amable y transmitía calma. Sus palabras eran suaves, nunca se le vió enfadado ni irritado, cumplía muy bien con su papel de padre-madre para todos nosotros. En él siempre veíamos la bondad y el espíritu de tranquilidad que nos enseñaban,que debería brotar espontaneamente de la felicidad que proporcionaba el estar en paz con Dios y el cumplimiento de sus designios. Así lo veíamos, como colocado en lo alto de un altar, lejos de los avatares, reprimendas y disciplina diaria, de eso se encargaban otros hermanos, su misión era otra. Él estaba para ser bueno, dar buenos consejos y sonreir, o eso nos parecía. Por la noche él era el último que nos despedía antes de ir a cama.Todo el colegio reunido en la Iglesia o en el comedor o en el patio o en la playa en verano, rezamos brevemente unas oraciones y escuchabamos las llamadas “buenas noches”, y marchabamos en silencio a nuestras camas. Ibamos todos callados subiendo las escaleras, en silencio nos cambiamos, nos preparabamos para acostarnos y seguiamos en silencio, pensando en las últimas palabras que el padre director nos había dicho. Las buenas noches podrían ser en algún momento una reprimenda general, la mayoría de las veces era para dar un consejo o pensamiento positivo que nos ayudase en nuestro crecimiento espiritual. A veces daba una noticia, nos decían cuando venían las vacaciones o hacía un comentario sobre la película que habíamos visto en el cine. En fin un último consejo de tu padre o tu madre en casa, porque los salesianos querían conseguir que nos sintieramos felices en un ambiente familiar. Puedo decir, que sí, que lo conseguían. Las buenas noches era un tradición preciosa que había inventado San Juan Bosco a sus primeros muchachos en Turín y que se cumplía a rajatabla desde los ciento y pico años desde que se fundó la congregación salesiana. El director era un padre por encima de todo, y nuestra confianza en él era máxima. Su prevalencia moral sobre nosotros no tenía límites, iríamos con el donde nos dijera.
Así pues, a la hora fijada, me presenté delante de su puerta , llamé y solicité permiso para entrar . Me mandó pasar y me recibió amablemente.
.-Hola Carlo, sientate por favor. ¿Qué tal estás?.
Respondí.
.- Me encuentro muy bien, muy contento.
-
Estupendo, ¿como ves tu vocación ?, me soltó así directamente, se notaba que había hablado ya con otros compañeros y estaba cansado de utilizar preliminares. Me dejó un poco petrificado, pues no es una pregunta que te hagan todos los días.
-Llevo tres años aquí y voy bien en el estudio
y con los compañeros y veo clara mi vocación. Respondí.
.-Verás Carlo – continuó con voz suave y firme y su rostro se volvió triste- Llevamos tiempo observando a varios alumnos y han ocurrido unos hechos en el colegio de los que no puedo darte detalles, que afectan a algunos compañeros tuyos y especialmente a tu mejor amigo, que creo que es Cosme Freijedo.
.-El caso es que no puedo darte detalles concretos, como te dije. Simplemente decirte que el Señor no llama a seguirlo a todo el mundo. Se puede ser santo o magnífico cristiano sin ser llamado al servicio sacerdotal. Él tiene designios para cada uno de nosotros y no tienen porque ser los de entregarnos a una vida religiosa.Él a través de nosostros, en este caso sus intrumentos, manifiesta quién tiene o no vocación. Somos humanos y contingentes, pero es a través de nuestra imperfección como el Señor manifiesta sus designios sobre vosotros. Eso creo que tu lo sabes bien, y lo entiendes.
.- Pues bien,
tenemos el mejor concepto de ti. Tu
comportamiento, tu sentido de la espiritualidad y tu trabajo nos merecen la
mejor consideración. Te estimamos mucho. Pero como te decía el Señor, sin que
nosotros sepamos como, nos habla de
muchas formas. Tu cuando llegaste aquí ya venías un poco más mayor, no tuviste
los primeros cursos de formación. Eso no debería importar, pero sin duda, ya
traías otra mentalidad diferente a tus compañeros.El Señor tiene sin duda otros designios sobre ti, la llamada puede ser al matrimonio o a servirlo, célibe, en otro actividad de la vida. Lo importante es mantener la fe, seguir la Palabra y seguir buscando la Santidad. Los caminos del Señor son inexcrutables y el tiene designios para nosotros que nosotros nunca entenderíamos.
Sus palabras me estaban inquietando, miraba su cara, sus ojos, sentía su olor tan especial, miraba el crucifijo de la mesa, una foto, la cara de Don Bosco, y el tiempo me estaba comiendo.
Hizo una pausa, miró unas notas o eso parecía, entrecruzó de nuevo los dedos de sus delicadas manos y continuó diciendome,
.- Los profesores del colegio hemos hechos unas investigaciones y hemos intercambiado opiniones y lo que todos han coincidido es que creemos que puedes ser un magnífico cristiano y un hombre de fe, pero creemos que el Señor no te ha llamado por el camino de los votos religiosos y del sacerdocio. Y como ya te he dicho antes y bien sabes nuestra misión aquí es crear buenos cristianos primero y después favorecer la semilla que Dios con su llamada ha puesto en los llamados.
.- Querido Cosme, pensamos que junto con otros alumnos debes abandonar nuestra casa y continuar tu vida fuera de aquí. Aquí nos tienes para todo lo que necesites, esta será siempre tu casa y esperamos que no te olvides de nosotros. Ya he llamado a tu abuelo para comunicarle que te vas a ir, nosotros te acercaremos hasta la ciudad. También se van diez compañeros más, aquí están sus nombres, entre ellos tu gran amigo Cosme. Aunque Cosme no se va para casa, sino que creemos que puede seguir su vida religiosa en otro lugar distinto y en otro ambiente.Le hemos buscado hueco en el Seminario Diocesano de Orense, en donde tendrá más contacto con la calle y podrá desarrollar más otros aspectos de su carácter. Esperemos que algún día llegue a ser un buen sacerdote de una parroquia. Eso creemos que es su futuro vocacional y él lo han entendido así perfectamente.
No supe que decir. Me quedé mudo. se me humedecieron los ojos, veía turbio todo aquél despacho y al director, me salieron unas lagrimas y suavemente me eché
a llorar. No entendía nada. Me temblaban las piernas y mi cara parecía un
hierro ardiendo. No tenía contestación. El argumento era muy fuerte e
incontestable y por primera vez veía que aquello de utilizar la fe como argumento que lo resuelve todo, me parecía un treta infame. En mí se estaba despertando sin darme cuenta un mundo nuevo que no pararía nunca. La duda, el heterodoxo, el crítico, el cínico, el escéptico, todo empezaba, sin darme cuenta a aflorar en mi alma o mente pensante. Mi mente estructurada ya en ese
argumentario y en la fiabilidad de mis superiores no me permitían pensar, ni
dudar, ni menos sentir rencor. La cosa estaba clara Dios había hablado por boca
de Don Fulgencio, así se llamaba mi director. Dios había colocado allí a Don
Fulgen para aclararme a mi , pequeña hormiguita, lo que tenía que hacer.Me enfrentaba a un reto serio en la vida y de repente me habían soltado de la mano y me dejaban sólo en el fondo de un barranco. La voluntad y el carácter se crea en la tempestad y yo estaba en medio de una gran tormenta de deslealtades, emotividades y sentimientos.
Era en medio del curso, ni siquiera esperaron a que acabaramos el curso.Tendríamos que buscar en la calle un colegio para terminar ese curso, y continuar con el siguiente y terminar el bachiller. Nos jodían en medio del curso. Que complicado era Dios para estas cosas. Con ese rostro amable y determinista de la voluntad divina, Don Fulgen, me daba un morrazo total en mi vida. Me dejaba desnudo, en medio de la nada. De repente empecé a preocuparme de lo material, de a donde voy, que hará mi abuelo, como puedo terminar el curso, que me voy a encontrar por ahí. Nunca se me había pasado por la cabeza. De repente el mundo gira ciento ocheta grados y estoy mirando para otro lado. En estos años, sólo me preocupaba el espíritu y el estudio. Los negocios de la vida no me venían a la mente. Vivía en una burbuja. Todo se iba al garete.
Que nos habían dado allí, para no sentir nin rencor por aquella faena, vista ahora después de tanto tiempo. Nunca sentí rabia. Los salesianos eran mi familia y lo seguirían siendo. Nadie tenía la culpa. Podía pasar, pero aquella gente era buena y siempre me quisieron. Durante toda mi vida no sentí venganza ni rencor, siempre consideré como un signo de dignidad el respetar a mis educadores. Así me lo habían inculcado.
Cosme me miraba y yo a él. Estuvimos en silencio. No sabíamos que decir.
.- ¿Vendrás a verme al seminario de Orense?
.- Si que iré. Espero que nos carteemos, necesitaré hablar contigo.
.- ¿No entiendo nada de lo que me han dicho? Y tampoco entiendo como tu te vas al seminario. Si no vales para aquí, porque para allí si. Bueno no entiendo nada de nada.
.- Yo tampoco,
me respondió bajando la cabeza y con los ojos húmedos.
.-No te olvidaré, creo que la culpa de que te echen es que eres amigo mío.
Aquello me dejó todavía más aturdido. Alguna vez me gustaría saber que es lo que pasó allí.
Una joven, morena, guapa, con acento alentejano, es la camarera del café Oliveira donde estoy ahora sentado. Me pregunta si quiero algo más,
.- O senhor quer alguma coisa mais?
.-Obrigado, nao
Y la miro y le sonrio, y ella también a mi.
Sigo caminado calle abajo y al fondo el “Tejo” parece venir a saludarme.
Nunca supe el porqué de mi expulsión, ni que eran aquellos hechos o circunstancias tan misteriosas. Que es lo que había pasado. Nunca los supe hasta que llegamos a Madrid después de que Cosme fue a recogerme a la estación de autobuses y después nos fuimos a la casa de la organización.
Después de saludos, presentaciones al personal de la casa etc. Y de tomarnos una copas. Hablamos de todo o casi todo, la mayoría de nuestras cosas del colegio, de los grandes recuerdos.
Pero nunca se habla de todo, todo. Incluso en las más sinceras parejas o entre amigos hay espacios acotados que nadie sabe o que aveces no se cuentan a unos y a otros si. Es la vida. Y cuanto más se tarda en contar algo incluso a la persona querida más cuesta contarlo y se convierte en materia reservada. Eso parece corroborar aquello de que hay ángulos en todo hombre que resultan inexplicables fuera del diván freudiano. Somos un misterio, aunque no lo parezca.
Entre Cosme y yo había un gran secreto, un tema vedado, que nunca tocamos. ¿Qué había pasado allí para que un día de repente nos dijeran que deberíamos irnos?. Si hay algo en la vida que duele es la injusticia. En la adolescencia duele mucho más. Cuando vives en un mundo tan perfecto en que creer que todos tus actos son valorados por ese alguién superior y que no vale la mentira, y que tu mente está lavada como una máquina robotizada para admitir lo que sea, el que sientas la injusticia a tu lado, te hunde por dentro. En la juventud todo se remonta, y no hay mal que por bien no venga y lo que sea, sí pero la remotanda no quiere decir que deje marca. Aquella injusticia, de la que no guardaba rencor, me había perseguido todo la vida. Si supiese los hechos o los porqués ya me quedaría más tranquilo.Multitud de veces interiormente me había rebelado contra aquél momento incomprensible. Muchas veces había odiado todo aquél mundo religioso,incluso renegando del amor de Dios y de los designios de Dios. Todo me parecía incomprensible. La explicación de que todo era la voluntad de Dios, sólo me sirvió un momento para hacer la maleta, aceptarlo y largarme de allí. Pasando el tiempo siempre quise saberalgo más allá de la Voluntad de Dios y nunca encontré ninguna respuesta.
Solos allí en Madrid, con dos wisquis en la mesa y relajados, abordé a Cosme.
.- ¿Te acuerdas del día de la expulsión en Cambados?.
Le solté directo.
.- Hombre, nunca lo he olvidado. Y te he ehcado mucho en falta desde entonces y siempre me quedó el vacío de no haberme despedido como debería de ti. La verdad es que uno no da para todo, eran muchas cosas impactantes, y la mente se bloquea. Muy duro, me acuerdo.
Me dijo.
.- Dime, Cosme, que sabes de aquello. Siempre me queda la duda y nunca lo hemos hablado. El director me dijo atropellandamente que habían ocurrido cosas en el colegio que no podía explicarme y que te afectaban a ti y como era tu mejor amigo parecía que también me tenían que afectar a mi. La verdad es que nunca supe porque me tuve que ir, y tengo una justificación pendiente en mi adentro que me hace que sienta en mi que alguién me hizo una injusticia y que ni me explicó los motivos. Es verdad que el silencio es el mayor desprecio. Y unas palabras sinceras, aunque no estés de acuerdo parece que te llenan, que tienes un muro o un enemigo. Contra el silencio no tienes nada. Ese silencio me ha hecho daño. Y con el paso del tiempo no he querido indagar, ni saber. He querido pasar página, pero siempre me queda esa asignatura pendiente. Porque no era sólo algo personal si no que nuestra vida se hacía en grupo, no había nada privado, todos sabían casi todo de los demás. De repente desapareces de aquél entorno y te sientas delincuente y apestado, porque esa era la carga moral que llevabamos dentro. Me quise olvidar de aquello y no busqué relacionarme con ex compañeros, porque para ellos tenía un estigma, o eso creía yo, de incorrección, de pecado y vida oculta. Y eso hace daño para seguir en la autoestima vital, que es tan importante. Lo tengo superado, pero me costó.
.-Carlo me alegro que abordes el tema –dijo- tengo ganas de darte mi versión. La verdad es que no lo hemos hablado nunca porque creía que tu intuías algo y que fue culpa mía tu expulsión y no quería perder tu amistad. Tenía secretos que no te había contado. Tenía miedo que si los descubrías sabía que se rompería algo fantástico, nuestra amistad, y podría perderte.
-Carlo, no sé por donde empezar. Antes de contarte la historia, quiero que sepas que tu expulsión fue sólo porque eras mi amigo, no tenían ninguna explicación para darte. No te contaban nada de lo que pasó, porque tenían dudas si lo sabias o no, pero les daba pánico que no lo supieras y tuviesen que contartelo. Aquello, lo que te voy a contar, tenía que quedar allí entre cuantos menos mejor. El bien de la Institución, la imagen de hombres de Dios, incluía el silencio sobre aquello. Nadie debería saber nada.
- No hubo nada malo, visto desde hoy, sólo pasiones y cosas que han ocurrido y ocurrirán siempre. Nuestras conciencias hoy son laxas y libres, yo creo,en aquellos tiempos no lo eran. Estabamos cargados de miedos, de temores de Dios, de moralina y desconfianza, que en el fondo nos jodía la vida. Tratar de controlar la naturaleza con fe y moral es un camino difícil, es hacer de la vida una subida por una escalera de caracol para llegar a la santidad. Maldita santidad. La santidad está en la normalidad , la libertad responsable, en la bondad y en el vivir, incluyendo el gozar. Lo demás es todo control moral sobre los demás. Que santidad tienen unos profesores que sacrifican el estudio, el curso, de un chico de dieciseis años como tu, y de dejan tirado en el andén de la vida, todo porque presuntamente sabes algo, o estás en algo, que puede romper la imagen impoluta de un centro de estudio y espiritualidad.
-Bueno pero voy al grano.
- ¿ Te acuerdas de don Horacio, el clérigo musico, director del coro y profesor de piano y teatro etc. Etc. ?
.-Por supuesto, que me acuerdo.Respondí.
- Delgado , con gafitas, muy repeinado, , con cara aniñada, y muy buen hombre y buen músico. Frágil en su expresión corporal, y su cara de bondad. Por supuesto , si me acuerdo. Veo su cara como si estuviese delante de él.
-Don Horacio y yo eramos amantes.
Ambos nos miramos y se hizo un silencio.
A Cosme, se le veía cómodo explicando esto como si se liberase de un peso que desea soltar. Yo intuí eso y tenía que aprovechar para escuchar y dejar que el se embalase y soltase todo lo que quería o podía contarme. Al decirme eso, no le culpaba, ni por el hecho de lo que fue su vivencia sino porque no me lo hubiese contado. Si supiese que lo entendería seguro que me hubiera dado toda la información. Era muy inteligente. No importaba, mi amistad por el seguía intacta.
-Eramos amantes, continuó y reiteró la frase lapidaria. Te digo que eramos amantes, porque no se trata de lo de abusos de superior a niño engañado o algo así. Eso nos lo quitamos de la cabeza.
-Yo tenía dieciseis años y el veintidós. Él era más niño que yo, con lo de abusos serían al revés y tampoco tenía sentido lo de prevalencia de profesor a alumno, porque bien sabes que yo tenía mucha personalidad en aquellos tiempos, con lo que nos estaríamos engañanado.
-El y yo nos
veíamos en sitios escondidos, nos gustabamos, y ambos explotabamos y disfrutabamos, como se podía, nuestra sexualidad. Ambos nos iniciamos en la
relación sexual y como novatillos enamorados nuestra relación sexual era bien
limitada, con besos, tocamientos, y contactos
esporádicos.Nos sentíamos libres y trangresores. El peligro, el secreto y el morbo del sexo peligroso aumentaba nuestra unión. El exceso de confianza nos llevó a dejar pistas que nos delataron.
-Nunca te dije, hasta este momento, que siempre me han gustado y me gustan los hombres. Soy plenamente homosexual. Nunca me manifesté como un mariquita que exhibía pluma o algo así, pero siempre me acepté como soy y nunca sufrí por ello. Sabía que tendría que ser un superviviente, pero nunca mi conciencia me iba a traicionar en cuanto en buscar mi satisfacción sexual. Nunca lo tuve como pecado. Mi conciencia laxa en ese aspecto y en otros me permitía confesarme, comulgar, querer ser salesiano y ser un tipo alegre y extrovertido.No pecaba porque sentía que Cristo me amaba igual y permitía aquello. Hoy lo pienso y me alucino a mi mismo. Como yo pude ser así en aquellos años tan difíciles para estas cosas.
Horacio estaba enamorado de mi. Los dos nos veíamos a escondidas, tomando muchas medidas de seguridad. Él era profesor de canto y música y tenía medios, lugares y horarios para buscar lugares de encuentro sin que nadie se diera cuenta. Y si me veían a mi, nadie iba a pensar o dudar sobre mi en ese aspecto.Yo tambien le querría pero sabía que eso tenía fecha de caducidad. Nos confiamos, o tal vez alguién más listo que nosotros, supongo que sería un profesor o tal vez alguién que tuviese celos de él, o quien sabe. El caso es que nos pillaron y se lo cumunicaron al director. Se inició un seguimiento y con lo nuestro descubrieron otros casos parecidos de los que Horacio y yo ni teníamos idea.
-Bueno, continuó.
Después hubo muchos Horacios y ya sabes lo que no sabías, que me gustan los hombres, como a ti las mujeres. Por cierto siempre fuiste mi mejor amigo, pero cuando me acerqué a ti al príncipio, fue por un atractivo sexual más que atractivo amistoso. Intuía que no encontraría la respuesta que me gustaría, pero comprenderás que me hubiera gustado que fueras mi amigo y algo más. Ví siempre que eras un ciego total y que, como se dice en el argot, no entendías ni llegarías a entender. Pero gracias a eso descubrí el amigo.
-Joder, que necio soy, respondí.
-¿Como no pude darme cuenta de algo, como no pude al menos desconfiar?.
El continuó.
-No te preocupes. Es que yo era muy bueno, y soy , para engañar. Jaja. ¿Porque te crees que me he dedicado a lo que me dedico, a jugar a los servicios secretos?.
-Espero, Carlo, que esto no cambie nada sobre nosotros. Han pasado muchos años y los dos tendremos puntos negros que no se pueden contar. En aquellos años no podía contarte nada.
-¿Pero porque la expulsión, y especialmente la mía?
-El pánico entre los profesores fue total. Seguramente no eramos el primer caso. Yo te podría contar sobre eso muchas cosas que tu no veías. El caso es que a Horacio lo mandaron para Salamanca, adelantando un año el inicio de sus estudios de Teología, después se ordenó sacerdote y después de ocho años, colgó los hábitos y hoy es un empresario y compositor de música bien situado con varios locales de hostelería en Chueca en Madrid. A mi me mandaron al seminario de Ourense para hacerme un cura diocesano, que fue lo que fui, hasta que volé del mundo rural y de una ciudad muerta y busqué mi camino en el Vaticano en donde ingresé en la Organización y seguí siempre, y sigo, muy unido a los salesianos, como mi familia.
-El perjudicado fuiste tu. Yo le pedí y le dije al director que tu no tenías ni idea ni nada que ver. El no me creyó del todo, y no comprendía que siendo tu mi mejor amigo, no supieses nada de lo que había.Era necesario romper radicalmente con aquello y sanear aquél vivero de salesianos.
-Siempre quise contarte todo esto, y si he vuelto a contactar contigo y te he traido para Organización, un poco era para saldar una deuda con un amigo. Nunca olvide todo esto y para mi es una felicidad poder poner fin a este deseo.
Desde que dejé la Rua do Alecrim, caminé por las calles de Lisboa, sin saber por donde iba, mi mente recordaba aquél diálogo y volví aver las caras del Director D. Fulgencio, de D. Horacio el músico, de Cosme, de los chicos que estaban esperando hablar con el director y de todos aquellos recuerdos.
Caminando y pensando me he dejado ir, y no estaba viendo Lisboa, los estaba viendo a ellos en aquellos años. De repente miro y me doy cuenta que estoy en o Terreiro do Paço, miro su belleza y su inmensidad y pienso en los barcos que llegaban de las colonias en la época imperial y convertían aquél espacio en la Plaça do Comercio. Es la historia que siempre se me aparece en cualquier momento. Me voy al Martinho da Arcada, pido una cerveza y pienso en Pessoa, y en los barcos que traían el otro mundo para Portugal. Pienso en la histórica Lisboa, receptora de todas las culturas, acogedora del invasor gallego que más tarde se convirtió en Portugues, tal como bien dice Saramago.
Mi mente está vagando y descansando. Miró a los viandantes, a los turistas, a los guardias, a los vendedores africanos, y el sol de Lisboa rebota en el Tejo y me inunda los ojos. Seguiré caminando un rato más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios: