( FOTO. UNA BODA DE COMBATIENTES UCRANIANOS EN MEDIO DEL COFLICTO)
Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar”
La invasión rusa de Ucrania ha cogido a gran parte del mundo por
sorpresa. Es un ataque no provocado e injustificado que pasará a la
historia como uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI,
sostiene Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva que ha concedido a thout
y que ofrecemos a continuación. Las motivaciones políticas, como las
citadas por el presidente ruso Vladímir Putin, no pueden utilizarse como
argumento para justificar el inicio de una invasión contra una nación
soberana. Sin embargo, ante esta horrible invasión, “Estados Unidos debe
optar por la diplomacia de modo urgente” en lugar de la escalada
militar, ya que esta última podría constituir una “sentencia de muerte
para la especie, sin vencedores”, afirma Chomsky.
C. J. Polychroniou: Noam, la invasión rusa de
Ucrania ha cogido a la mayoría de la gente por sorpresa y ha causado
gran conmoción por todo el mundo, aunque muchos elementos indicaban que
Putin estaba bastante alterado por la expansión de la OTAN hacia el este
y la determinación de Washington de no tomarse en serio sus exigencias
en materia de seguridad de no traspasar la “línea roja” respecto a Ucrania. ¿Por qué cree que ha decidido iniciar una invasión en este momento?
Noam Chomsky: Antes de responder a la pregunta
debemos constatar algunos hechos que son incontestables. El más crucial
es que la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra
comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de
Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo
dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay
ninguna justificación ni atenuante.
Volviendo a la pregunta, hay un despliegue de invectivas plenas de
convencimiento acerca de la mente de Putin. El relato habitual es que
está atrapado en fantasías paranoicas, que actúa solo, rodeado de
cortesanos rastreros como los que conocemos aquí en lo que queda del
Partido Republicano que viaja hasta Mar-a-Lago buscando la aprobación
del Líder.
La avalancha de improperios podría ser acertada, pero quizá habría
que considerar otras posibilidades. Quizá Putin quiso decir lo que él y
sus aliados han estado diciendo alto y claro durante años. Podría ser,
por ejemplo, que “dado que la principal exigencia de Putin es la
garantía de que la OTAN no aceptará a más miembros, y en concreto a
Ucrania o Georgia, obviamente no habría existido ninguna motivación para
la crisis actual si no hubiera habido una expansión de la alianza
atlántica tras el final de la Guerra Fría o si la expansión hubiera
tenido lugar de acuerdo con la construcción de una estructura de
seguridad en Europa que incluyera a Rusia”. El autor de estas palabras
es Jack Matlock, exembajador de Estados Unidos en Rusia, uno de los
pocos expertos en Rusia solventes del cuerpo diplomático estadounidense;
las escribió poco antes de la invasión. Continúa y concluye que la
crisis “puede resolverse fácilmente aplicando el sentido común... Desde
cualquier punto de vista, el sentido común apunta que a Estados Unidos
le interesa promover la paz, no el conflicto. Tratar de desprender a
Ucrania de la influencia rusa –el objetivo declarado de los que agitaron
las “revoluciones de colores”– fue una misión absurda y peligrosa. ¿Tan
pronto hemos olvidado la lección de la crisis de los misiles de Cuba?”.
Matlock no está solo. En las memorias del jefe de la CIA, William
Burns, otro de los pocos auténticos expertos en Rusia, se llega a las
mismas conclusiones sobre las cuestiones de fondo. La postura aún más
firme de George Kennan [diplomático] ha recibido amplia cobertura tarde,
que también ha sido respaldada por el exsecretario de Defensa William
Perry y, fuera de las filas diplomáticas, por el célebre académico de
relaciones internacionales John Mearsheimer y numerosas figuras que
difícilmente podrían ser más convencionales.
Nada de esto es incierto. Los documentos internos de Estados Unidos
publicados por WikiLeaks revelan que la imprudente oferta de Bush II a
Ucrania para entrar en la OTAN provocó enseguida duras advertencias por
parte de Rusia indicando que la expansión de la amenaza militar era
intolerable. Es comprensible.
A propósito, también podemos tomar nota sobre ese extraño concepto de
“la izquierda” que aparece regularmente para vituperar a “la izquierda”
por su insuficiente escepticismo acerca de la “línea del Kremlin”...
La crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados
Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en
materia de seguridad
El hecho es que, para ser sinceros, no sabemos por qué se tomó la
decisión, ni siquiera si la tomó Putin en solitario o el Consejo de
Seguridad ruso en el que él desempeña el papel principal. Hay, sin
embargo, algunas cosas que sí sabemos con bastante seguridad, incluidos
los documentos examinados con cierto detalle por las personas que acabo
de citar, que han ocupado altos cargos dentro del sistema de
planificación. En resumen, la crisis se ha estado gestando durante 25
años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las
inquietudes rusas en materia de seguridad, en particular sus claras
líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania.
Hay buenas razones para creer que esta tragedia podría haberse
evitado hasta el último minuto. Ya lo hemos discutido anteriormente, en
repetidas ocasiones. En cuanto a por qué Putin ha iniciado la criminal
agresión en este momento, podemos especular todo lo que queramos. Pero
el trasfondo inmediato no es incierto; se elude, pero no se discute.
Es fácil entender que los que sufren las consecuencias consideren que
es de una complacencia inaceptable indagar por qué ocurrió y si se
podría haber evitado. Comprensible, pero equivocado. Si queremos
responder a la tragedia de modo que ayude a las víctimas y evite las
catástrofes aún peores que se avecinan, es prudente y necesario aprender
todo lo que podamos sobre lo que salió mal y cómo se podría haber
corregido el rumbo. Los gestos heroicos pueden ser gratificantes. No son
útiles.
Como tantas otras veces, recuerdo una lección que aprendí hace mucho
tiempo. A finales de la década de 1960, participé en una reunión en
Europa con algunos representantes del Frente de Liberación Nacional de
Vietnam del Sur (el ‘Vietcong’, en la jerga estadounidense). Fue durante
el breve periodo de intensa oposición a los espantosos crímenes de
Estados Unidos en Indochina. Algunos jóvenes estaban tan enfurecidos que
pensaban que la reacción violenta era la única respuesta adecuada a las
monstruosidades que estaban teniendo lugar: romper ventanas en Main
Street, bombardear un centro del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de
la Reserva. Cualquier otra cosa equivalía a ser cómplice de crímenes
terribles. Los vietnamitas veían las cosas de forma muy distinta. Se
opusieron firmemente a todas esas medidas. Presentaron su modelo de
protesta efectiva: unas cuantas mujeres de pie, rezando en silencio,
ante las tumbas de los soldados estadounidenses muertos en Vietnam. No
les interesaba lo que los estadounidenses que se oponían a la guerra
hacían para sentirse justos y respetables. Querían sobrevivir.
Es una lección que a menudo he escuchado, de una u otra forma, a las
víctimas del horrible sufrimiento en el hemisferio sur, el principal
objetivo de la violencia imperial. Una lección que deberíamos tomar en
serio, adaptada a las circunstancias. Hoy eso significa un esfuerzo por
comprender por qué ha ocurrido esta tragedia y qué se podría haber hecho
para evitarla, y aplicar estas lecciones a lo que viene después.
La cuestión cala hondo. No hay tiempo para repasar aquí este asunto
de vital importancia pero, en repetidas ocasiones, la reacción ante una
crisis real o imaginaria ha sido sacar la pistola en lugar de la rama
de olivo. Es casi un acto reflejo, y las consecuencias han sido
generalmente espantosas para las víctimas tradicionales. Siempre vale la
pena tratar de entender, anticiparse un poco a las posibles
consecuencias de la acción o la inacción. Son perogrulladas, por
supuesto, pero vale la pena insistir porque se descartan tan fácilmente
en tiempos de arrebato justificado.
¿Qué opciones hay?
Las opciones que quedan tras la invasión son desalentadoras. La menos
mala es el apoyo a las opciones diplomáticas que aún existen con la
esperanza de lograr un resultado parecido al que era muy probable
alcanzar hace unos días: la neutralización de Ucrania al estilo
austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más difícil de
lograr ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o el
resultado será aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá
más allá de lo inimaginable.
Es muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la justicia en los
asuntos internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz historial una
vez más?
Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que
premia en lugar de castigar a Putin por el acto de agresión o la fuerte
posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer gratificante
arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la desesperada,
y puede hacerlo. No es sensato.
Entretanto, deberíamos hacer todo lo posible para ofrecer un apoyo
significativo a quienes defienden valientemente su patria contra crueles
agresores, a quienes escapan de los horrores y a los miles de valientes
rusos que se oponen públicamente al crimen de su Estado asumiendo gran
riesgo personal, una lección para todos.
Y también deberíamos tratar de encontrar formas de ayudar a un tipo
de víctima más general: todas las especies que habitan la Tierra. Esta
catástrofe ha tenido lugar en un momento en el que todas las grandes
potencias, y de hecho todos nosotros, debemos trabajar juntos para
controlar el gran azote de la destrucción medioambiental que ya se está
cobrando un precio desastroso, y que pronto será mucho peor si no se
realizan grandes esfuerzos rápidamente. Para hacer ver lo obvio, el
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC,
por sus siglas en inglés) acaba de publicar la última y más ominosa de sus evaluaciones periódicas sobre cómo nos dirigimos hacia la catástrofe.
Entretanto, las medidas necesarias están estancadas, incluso en
retroceso, ya que se dedican recursos muy necesarios a la destrucción y
ahora el mundo se encamina a ampliar el uso de los combustibles fósiles,
incluido el más peligroso y convenientemente abundante, el carbón.
Un demonio malévolo difícilmente podría idear una coyuntura más grotesca. No se puede ignorar. Cada momento cuenta.
La invasión rusa es una clara violación del artículo 2(4) de
la Carta de la ONU, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra
la integridad territorial de otro Estado. Sin embargo, durante su
discurso del 24 de febrero, Putin trató de ofrecer fundamentos jurídicos
para la invasión y Rusia cita a Kosovo, Irak, Libia y Siria como prueba
de que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional
repetidamente. ¿Puede comentar los fundamentos jurídicos de Putin para
la invasión de Ucrania y la situación del derecho internacional en la
era posterior a la Guerra Fría?
No hay nada que decir sobre el intento de Putin de ofrecer un fundamento jurídico a su agresión. Su mérito es nulo.
Es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho
internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para
los crímenes de Putin
Por supuesto, es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el
derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante
para los crímenes de Putin. Sin embargo, Kosovo, Irak y Libia tuvieron
influencia directa en el conflicto de Ucrania.
La invasión de Irak fue un ejemplo de libro de los crímenes por los
que los nazis fueron colgados en Nuremberg, pura agresión no provocada. Y
un puñetazo en la cara de Rusia.
En el caso de Kosovo, la agresión de la OTAN (es decir, la agresión
de Estados Unidos) fue declarada “ilegal, pero justificada” (por
ejemplo, por la Comisión Internacional sobre Kosovo presidida por
Richard Goldstone) sobre la base de que el bombardeo se llevó a cabo
para poner fin a las atrocidades que estaban teniendo lugar. Ese juicio
exigía invertir la cronología. Las pruebas de que la avalancha de
atrocidades fue consecuencia de la invasión son abrumadoras: predecible,
prevista, anticipada. Además, había opciones diplomáticas disponibles;
como siempre, fueron ignoradas en favor de la violencia.
Altos funcionarios estadounidenses confirman que fue sobre todo el
bombardeo de Serbia, aliada de Rusia –sin ni siquiera informarles de
antemano–, lo que dio al traste con los esfuerzos rusos por colaborar de
algún modo con Estados Unidos en la construcción de un orden de
seguridad europeo posterior a la Guerra Fría, un retroceso que se
aceleró con la invasión de Irak y el bombardeo de Libia después de que
Rusia aceptara no vetar una Resolución del Consejo de Seguridad de la
ONU que la OTAN violó de inmediato.
Los acontecimientos tienen consecuencias; sin embargo, los hechos pueden quedar ocultos dentro del sistema dogmático.
El estatus del derecho internacional no cambió en el periodo
posterior a la Guerra Fría, ni siquiera en las palabras, y mucho menos
en los hechos. El presidente Clinton dejó claro que Estados Unidos no
tenía intención de respetarlo. La Doctrina Clinton declaraba que Estados
Unidos se reservaba el derecho a actuar “unilateralmente cuando fuera
necesario”, incluido el “uso unilateral del poder militar” para defender
intereses vitales como “garantizar el acceso sin trabas a mercados
clave, suministros energéticos y recursos estratégicos”. También sus
sucesores, y cualquiera que pueda violar la ley impunemente.
Eso no quiere decir que el derecho internacional no tenga valor.
Tiene un rango de aplicabilidad, y es una norma útil en algunos
aspectos.
El objetivo de la invasión rusa parece ser derribar el
gobierno de Zelensky e instalar en su lugar uno prorruso. Sin embargo,
pase lo que pase, Ucrania se enfrenta a un futuro desalentador por su
decisión de convertirse en un peón en los juegos geoestratégicos de
Washington. En ese contexto, ¿hasta qué punto es probable que las
sanciones económicas logren que Rusia cambie su postura respecto a
Ucrania? ¿O las sanciones económicas tienen como objetivo algo más
grande, como socavar el control de Putin dentro de Rusia y los lazos con
países como Cuba, Venezuela y posiblemente incluso la propia China?
Puede que Ucrania no haya tomado las decisiones más acertadas, pero
no tenía nada parecido a las opciones que tenían los Estados imperiales.
Sospecho que las sanciones llevarán a Rusia a depender aún más de
China. Salvo que cambie seriamente de rumbo, Rusia es un estado
petrolero cleptócrata que depende de un recurso que debe disminuir
drásticamente o estamos todos acabados. No está claro si su sistema
financiero puede resistir un ataque fuerte, mediante sanciones u otros
medios. Razón de más para ofrecer una vía de escape con una mueca.
Rusia es un estado petrolero cleptócrata que depende de un recurso que debe disminuir drásticamente o estamos todos acabados
Los gobiernos occidentales, los principales partidos de la
oposición, incluido el Partido Laborista en el Reino Unido, y los medios
de comunicación corporativos se han embarcado en una campaña antirrusa
chovinista. Los objetivos incluyen no sólo a los
oligarcas rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y
cantantes, e incluso a propietarios de equipos de fútbol como Roman
Abramovich, del Chelsea FC. Tras la invasión, incluso se ha prohibido a
Rusia participar en Eurovisión en 2022. Es la misma reacción que los
medios de comunicación corporativos y la comunidad internacional en
general mostraron hacia Estados Unidos tras su invasión y posterior
destrucción de Irak, ¿no?
Su comentario irónico es muy apropiado. Y podemos continuar por caminos demasiado conocidos.
¿Cree que la invasión dará inicio a una nueva era de
confrontación continua entre Rusia (y posiblemente en alianza con China)
y Occidente?
Es difícil saber dónde caerán las cenizas, y esto podría no ser una
metáfora. Hasta ahora, China está actuando con cautela, y es probable
que intente llevar adelante su amplio programa de integración económica
de gran parte del mundo dentro de su sistema global en expansión –en el
cual, hace unas semanas, incorporó a Argentina dentro de la iniciativa
Cinturón y Ruta–, mientras observa cómo los rivales se destruyen entre
ellos.
Como hemos comentado antes, la confrontación es una sentencia de
muerte para la especie, sin vencedores. Estamos en un momento crucial de
la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar.