En los análisis sobre las recientes elecciones catalanas se
resaltan cuestiones que son obvias y se marginan otras que son bastante
menos evidentes. Se menciona la extraordinaria abstención o escasa
participación y se justifica esta en el temor al virus y al mal tiempo.
Sin embargo, no se destaca el significativo hecho de que, en los
distritos ricos de Barcelona, donde ha ganado con creces la candidatura
de la derecha nacionalista (Junts x Cat), la participación ha sido hasta
20 puntos más alta que en los barrios pobres, en los que el PSC y la
izquierda no independentista ha triunfado con creces. Expresión de que
la pandemia ha golpeado más en las capas populares y al mayor desapego
de estas respecto de las instituciones catalanas, debido a lo desastroso
que ha sido el gobierno de las derechas, coloquialmente llamadas
‘indepes’ en esa comunidad autónoma. Sin olvidar que los nacionalistas
estaban, en principio, más movilizados al tener entre sus filas
políticos presos y fugados. El tener encarcelados que salen durante el
día a participar en actos de campaña no es precisamente un obstáculo
para el éxito, sino todo lo contrario.
No obstante, el PSC ha obtenido, sin duda, un espléndido
resultado al convertirse en el primer partido de Cataluña, y se ha
demostrado que la ‘operación Illa’ ha sido un acierto. Pero, en mi
opinión, lo más relevante es que el partido de los socialistas ha ganado
con creces entre los amplios sectores de los trabajadores en el
llamado, con licencia poética, ‘cinturón rojo’ de Barcelona, que en 2017
había votado a Ciudadanos. Ha acrecentado así su base social entre los
trabajadores de todas clases y, probablemente, ha soltado lastre
identitario, lo que explicaría el cordón sanitario que pretenden
imponerle todos los ‘indepes’, operación que, de mantenerse hasta el
final, atufaría a clasismo de la peor especie, aunque alguno de los
conjurados se autocalifique de republicano y de izquierdas. Porque
cuando Junqueras afirma que ERC no puede gobernar con el PSC porque son
el "polo opuesto", ¿qué está queriendo decir?, ¿o es que en realidad ERC
no es tan de izquierda como muchos se temen?
Los ‘indepes’, por su parte, están muy ufanos con el resultado, pues
dicen haber ganado las elecciones. Es verdad que sumando los escaños de
JuntsxCat, ERC y la CUP alcanzan 74 diputados y, en la suma de votos
-contando los del PdCat, que no ha obtenido representación-, alcanzan
el 50,7% de los sufragios. Sin embargo, no les gusta recordar que han
perdido más de 600.000 votantes respecto a anteriores consultas, que en
términos de censo apenas alcanzan el 27%, y que de las 20 ciudades más
pobladas de Cataluña, incluyendo la capital, el PSC, la izquierda y los
no independentistas han ganado en 15, en 3 JuntsxCat y en 2 ERC. Sin
olvidar que en Barcelona vive el 29% de la población y en la provincia
homónima el 74 % del total de Cataluña, y en ambas ha triunfado la
izquierda y los no independentistas. ¿Alguien se cree que con estos
resultados hay una "pulsión a separase de España" o avanzar hacia la
independencia? Se equivocarían trágicamente si pensaran eso.
Las derechas, que se autocalifican con equivocación manifiesta
"constitucionalistas", se han hundido en la miseria. El granero de
Ciudadanos se ha vaciado hacia la abstención, hacia el PSC y,
probablemente, hacia VOX. No se pueden ganar las elecciones en 2017 y no
hacer nada de nada con más de un millón de sufragios cuando, además, se
pregona a los cuatro vientos que se es un partido liberal de centro y
gobernar de continuo con Vox. Ya que se califican de "centro", podían
haber diversificado los riesgos: en Andalucía con unos, en Madrid con
otros; pero no, siempre con el PP y con Vox. El problema del PP es de
otro tenor y consiste en que no tiene un discurso y/o alternativa para
Cataluña, porque tampoco tiene, de momento, una oferta para la España
plural en la que vivimos. En Galicia, por lo menos, viene practicando un
galleguismo conservador templado que les está dando buenos resultados.
Es verdad que en Cataluña el terreno de la burguesía se encuentra más
ocupado, pero no se pierde nada por intentarlo. Para mayor desgracia, en
esta ocasión, le ha comido la merienda un Vox de ultraderecha con un
discurso radical antinacionalista, del peor nacionalismo español,
trufado de xenofobias y de descontentos varios, de aquellos que se
sienten abandonados por unos o por otros.
En realidad, cuando se entra un poco en las tripas de los colegios
electorales se da uno cuenta de que han sido las elecciones en las que
la pugna de clases se ha manifestado con mayor evidencia. Dejémonos de
cuentos y de malabarismos semánticos. El nacionalismo ‘indepe’
representa a los sectores más ricos de la sociedad catalana que, como
siempre ocurre en estos casos, arrastran a capas populares con señuelos
variados. Sin embargo, la dirección del ‘movimiento nacional’ siempre
está en manos de las burguesías grandes, medianas y pequeñas, más los
añadidos de sectores agrarios de tradición carlista. No hay más que
analizar los barrios de Barcelona, los pueblos del interior y las
grandes ciudades, como ya hemos señalado. Pero entonces, ¿cómo es que
los partidos ‘indepes’ sacan más diputados? Por la sencilla razón de que
la ley electoral que rige en Cataluña es la española, que prima a las
provincias menos pobladas y castiga a Barcelona, la más poblada y la
menos nacionalista. De lo contrario, difícilmente ganarían una sola
elección.
Al final, los números son los números y, una vez terminado el recuento,
la aritmética y/o la geometría se imponen. Por supuesto, son varias las
opciones que se abren, pero esencialmente son dos, aparte de la
repetición electoral, nunca descartable: o se gobierna en clave
independentista, es decir, más de lo mismo, con el trío ERC, Junts y
Cup, o se abre camino una solución a la izquierda -en el fondo lo que
han indicado las urnas- con PSC, ERC y los Comunes (en este u otro
orden). La hipótesis en la que insiste ERC de sumar los Comunes al trío
‘indepe’ no parece ni realista ni viable, y sería calamitoso para la
izquierda catalana y el Gobierno de España. ¿Se imaginan a los Comunes
de Podemos gobernando con la ‘derechona’ catalana, aislando al PSC, al
tiempo que gobiernan con el PSOE en España? Como bien dice la señora
Albiac, se trata de una opción inasumible, salvo en "modo suicidio". La
fórmula del bloqueo independentista es más de lo mismo, lo que ha
fracasado estos últimos años, regresar a la anormalidad de siempre, a
una salida sin callejón. Cuando se avanzan como ejes centrales del
programa el derecho de autodeterminación y la amnistía se está indicando
que no se quiere pactar nada, pues ambas cosas no están en manos de
ningún gobierno de España concederlas, pues son claramente
inconstitucionales. Otra cosa serían los indultos o acuerdos sobre la
mejora del autogobierno, de la financiación, etc.
Cataluña no se puede meter en otro laberinto sin salida a base de
ensoñaciones imposibles, en medio de una pandemia que hace estragos
sanitarios, económicos y sociales, y con los fondos europeos de
recuperación a las puertas. La voluntad de los electores ha marcado
claramente el que se gire a la izquierda y dejarse de belenes, porque en
un grado un otro todas las derechas han salido mal paradas, aparte de
Vox que no juega, salvo que acabemos haciendo todas las estupideces
juntas. Es el momento de un gobierno de izquierdas en Cataluña que
permita abordar los graves problemas económicos y sociales que tiene la
sociedad catalana, al igual que la española en su conjunto, proteger de
verdad a la gente que más lo necesita y que haga viable un acuerdo que
empiece a resolver el problema político existente, con fórmulas
federalistas que hagan funcionar mejor el conjunto del Estado español. Y
eso es imposible hacerlo gobernando con la derecha catalana y aislando
al PSC, y de hecho a los Comunes, que son los que gobiernan en España.
Por eso, ERC tiene que optar de una vez. Calificarse de izquierda y
republicana no significa nada si luego siempre se acaba en brazos de la
derecha y se practican políticas conservadoras e insolidarias. Los
engaños no pueden durar toda la vida, aunque por desgracia hay quien se
deja embaucar toda la existencia.
Nicolás Sartorius