Firma del contrato de coalición de gobierno en Alemania.
¡ Que bueno es encontrar un buen Juez. !
No tiene nada que ver, con el buen patrón,( buena película). Un buen juez es una gloria y un bien social. Seguro que hay muchos o incluso la mayoría, no lo niego. No obstante como su trabajo o su talante o sus formas son tan importantes y resaltan tanto, será porque la sociedad tiene una idea un poco contrariada de ello. Siempre me gustó y me acuerdo esta frase, que remata este post del Juez Botein, que un día oí, y yo mismo utilicé, como alegre final, para terminar alguna conversación o debate al respecto. Como todo aforismo tiene sus grandes dosis de inexactitud, no obstante resume muy bien lo que nos gustaría a todos encontrar en un juez.
Pero como los jueces son personas, tienen familias, entorno, orígenes, fobias, filias y eso lo complica todo. Y que decir del narcisista sentada en la mesa de la judicatura, del psicópata, del corrupto, del integrista religioso, del militante ideologizado que cree ciegamente que el fin justifica los medios etc. Por eso hay justiciables, muchos, que creen que la suerte como en la ruleta influye en estos menesteres. Hay otros justiciables que no se fían de la suerte de la ruleta y trataran de mover sus fuerzas centrípetas y centrífugas, mover los hilos de todo la tramoya de marionetas que puedan con una finalidad. Que le toque un afin a sus intereses.
Esta mi introducción viene al hilo de citar el magnífico post de J.R. Chaves sobre vivir el derecho y la vida. Una guía dada por un juez de como se debe entender esta profesión tan sagrada.
J. R. Chaves en De la Justicia.Com,
Memorias del juez Bernard Botein donde precisa con toque humorístico las virtudes de la profesión de juez,
Con toda justicia, se ha glosado muchas veces ya la belleza de la lengua portuguesa. No voy a hacerlo yo aquí, entre otras cosas, porque, para un gallego, hablar de la hermosura de ese idioma es como una amiga que tenía yo que se pasaba el día diciendo lo guapísima que era su hermana gemela. Pero sí me gustaría hacer un elogio poco científico, pero muy sentido, de ese otro aspecto del portugués: el de sus aciertos léxicos y su sentido práctico. Siempre me ha parecido que, con esa capacidad que tiene para jugar con lo arcaico y lo popular, es como la lengua de un erudito profesor de gramática jubilado que vive en un barrio obrero. Me admira su maravillosa normalización de la hipérbole, como cuando al fumador se le da el rotundo nombre de fumante. O esa grandiosa expresión, alcoólatra, que hace del infeliz alcohólico un personaje aún más trágico, un idólatra del alcohol. Cansativo, en vez de cansino, adquiere la seriedad gramatical de un caso que se declina, mientras que cabeleireiro es un peluquero que a la vez se comporta como un caballero, que es exactamente como son los peluqueros portugueses, unos dandis de la navaja.
A veces, al hablante foráneo le puede parecer que el portugués juega al escondite, como cuando resulta que secretária significa escritorio, pero escritório significa oficina, pero oficina significa taller, y taller mecánico se dice borracharia, aunque todos los mecánicos sean rigurosamente abstemios. Es una lengua que parece poseída por un espíritu rebelde que ama la paradoja y la contradicción, en la que esquisito sígnifica raro y espantoso significa asombroso. En lingüística se llama falsos amigos a estas palabras y frases que suenan igual o casi igual que otras en otro idioma, mientras que en realidad significan otra cosa. Pero en la lengua portuguesa, hasta los falsos amigos resultan ser bastante fiables: el portugués exprimir me parece más descriptivo que el español expresar, porque es esa la sensación que uno tiene a veces cuando encuentra difícil expresar un pensamiento; las cucharas suelen ser efectivamente baratas; los niños nunca juegan tanto como cuando brincan; cuando uno bromea es cierto que generalmente goza, y los comentarios, cuando son de verdad graciosos, parece que se deslizan como si estuviesen engraçados. A veces, más que falso, el falso amigo es un poeta surrealista que toma café en A Brasileira o en Nicola, y de ahí que perejil en Portugal se diga salsa, mantel se diga toalha o que presunto signifique jamón (por culpa de eso, a mí la novela negra me da hambre).