Un placer haberme encontrado con este libro.
Maravilloso. Lo leí de un tirón y me dedique a él en lectura amena varios días hasta terminarlo. Eso , creo, es lo mejor que se puede decir de un libro por parte de un lector.
De vez en cuando te aparecen, porque sí, libros que te llenan, te sorprenden y con los que disfrutas de tal forma que parecen algo de ti. No me extraña el éxito que ha tenido. Es lógico.
Está escrito como una novela, pero realmente es un reportaje documentado sobre una época. No hay ficción ni diálogos. Los diálogos en un reportaje son poco creíbles, se supone que no se conservan, que se inventan. Amat la historia la sustenta en documentos, informaciones recibidas y una profusa hemeroteca.
Tengo la ventaja que el tema socio-político que trata, me ha interesado siempre y los nombres que citan me suenan y me son familiares, pues son conocidos de la ápoca. La época de la Transición política, económica y periódistica para los que eramos jovenes en la época, por regla general la tenemos bien memorizada y conocida. Si algo haciamos de aquella era devorar periódicos. El hecho de que se desvelen nuevas informaciones y se quite el velo a mitos de personas e instituciones, nos retrotrae a todas aquellas intencionadas y dirigidas informaciones. En esa época los canales de información estaban acotados o eran pocos los que se leían. Tenían una incidencia en la conformación de la opinión pública, muchísimo más grande que ahora. Los grandes nombres de la política, economía y prensa eran muy conocidos. Aunque el libro nos cuenta la época Pujoliana y el mundo de Cataluña la relación e influéncia directa en la política española es indiscutible. Pujol, El Rey, Suárez, El Pais, Cebrian,Polanco, Miguel Roca, Felipe González, Ortinez, Valls Taberner, Vicens Vives, Narcis de Carreras, Garrigues, Sentís, Cabanillas, Fraga, Raventós, Obiols...por citar algunos de los fijos en la alineación. Son personajes que estaban y están muy presentes en la conformación de la mentalización política de los "ilustrados" y los de los que pedenatemente eran denomianados como "mayoría silenciosa, o sea los de a pie.
El libro está escrito en forma y estilo magníficamente. Es sobrio, preciso y mantine una cierta distancia de los acontecimientos por parte del autor, deja que el lector piense y saque conclusionees. La escritura te lleva de un párrafo al siguiente, con soltura, lenguaje directo, frases cortas. Sencillo y sin complicaciones pero manteniendo siempre la emoción en torno al personaje principal. El hijo del chófer de Josep Plá, Alfons Quintá.
Alfons Quintá: Se suicida en los noventa y previamente mata a su mujer a la que llevaba veinticinco años. Jori Amat nunca le había conocido y desconocía todo sobre él. Esta noticia de prensa le lleva a investigar sobre el personaje y de sus investigaciones deduce muchas cosas.
Primero :
Que Quintá fué el hijo de un señor , que él hará por olvidar y al que nunca cita en su vida, que es chófer de Josep Plá. Quintá va y viene de la casa de Plá y ve y conoce la vida y los amigos de Plá. Tanto en la dictadura como en los primeros años posteriores Quintá sabe de las reuniones de Plá con Tarradellas en el exilio, que Plá trabajó como informador para los nacionales en la guerra, que todo el catalanismo político pasa y habla en aquella casa de Figueres. Esto será un capital que servirá a Quintá para chantajear, hablar, crear un misterio sobre sus silencios, en su vida periodística.
Segundo:
Quintá es presentado como um personaje más que maligno. Una personalidad torturada, psicopática, agresivo, prepotente, narcisista, manipulador, cínico. No tiene escrúpulos. Con dieciséis años envia una carta a Josep Plá chantajeándole con denunciarlo a los servicios secretos franquistas si no accede a su petición. Eso lo hace con Plá que era como su padre. Este personaje, mal estudiante, de forma tardía se enrola en el periodismo y más tarde hace la carrera de Derecho. Fue un triunfador en la profesión. Primer delegado del País en Cataluña, creador y primer director de TV3.
Tercero:
Quintá tiene información de primera mano gracias a una red de contactos en las entrañas del poder que Amat nos describe con gran detalle y con nombres y relaciones. Aparte de lo que sabía existía el halo de que "sabia y muchos más" y que por tanto lo que callaba o podía decir en cualquier momento le daban un poder misterioso en la Cataluña de la Transición donde se movía mucho de lo que se cocía en la España de la Transición.
Cuarto:
Al lado del personaje el otro personaje es el Pujolismo. Y con Pujol el afaire de Banca Catalana, que Amat resucita y narra como el huevo del nacimiento del nuevo sistema corrupto que fué la Cataluña de Pujol. El cierre en falso del caso de Banca Catalana, del que Pujol sacó mucho dinero, es el origen del mal comienzo del llamado proceso de construcción nacional de Cataluña. Es también uno de los síntomas de las malas prácticas que se fueron gestando en el inicio de la democracia española y que ahora se van descubiriendo, (algunos com o los de El Rey). Pujol se defiende contra su posible imputación envolviéndose en la bandera de Cataluña. Es una cuestión nacional y chantajea al Estado con la rebelión nacional. Pujo vence, la corrupción también. Lo que podía haber sido el final de un recorrido político se convierte en el cohete de lanzamiento de ese mismo político. Así es la vida.
El pujolismo es un proyecto de poder en el que aparecen juntos y revueltos los grupos económicos, políticos y mediáticos. Periodistas que atacan a grupos económicos para hundir unas siglas políticas, políticos que desde el poder regulan actividades economicas de empresas de las que ellos mismos dependen, periodistas cooptados por el poder político, empresarios que sostienen a élites políticas, empresas que invierten en medios de comunicación.....
Quintá, ha sido el hombe mediático de la venida de Tarradellas a Cataluña, y por tanto enemigo de Pujol. Destapa el caso Banca Catalana en el Páis. Ahí es nada. En Madrid por presión de Pujol le paran los pies. Lo despiden del País. Ya en el ostracismo Pujol, inteligente y astuto, lo elige para crear y dirigir un proyecto de Televisión que sea uno de las banderas y logros de Cataluña. Pujol sorprende con esta elección al mismo Quintá. Ya no querrá depender de Madrid ni del Conde de Godó para tener su propia propaganda. TV3 será una muy buena televisión y lo es. A Quintá lo echan a los tres años. Nadie soporta al maleducado-prepotente-narcisista.
Quintá volverá al antipujolismo y un poco a aquella utopía revolucionaria en su época universitaria. Aún le queda clavada la espina de Banca catalana, pero ya está desactivado.
Este inadaptado social, que hace de la venganza un contínuo de vida. Que maltrata a los suyos y es maleducado en exceso, ha sido actor y testigo de ese entramado de película que termina truculentamente, como cualquier película de terror.
Algunos párrafos del libro:
Cebrián escucha con su ficiencia los argumtos de los comensales. Cuando han terminado no titubea. En Estados Unidos un caso como el de Banca Catalana habría motivado un Impeachment. ¿Son conscientes de ello ?......
Josep Plá tiene poder. Su poder es poder decir la verdad. No es poder político ni económico. Tampoco institucinal. No es el poder del cuarto poder porque ése es un poder munguado cuando no hay libertad de expresión para poder decir la verdad. El poder de Pla es intelectual......Durante medio siglo Pla ha seducido a élites sucesivas con ese podeer. A catalanas y no poco españolas. Elites políticas, económicas, culturales o periodísticas. El lugar donde Pla despliega su seducción es una mesa donde se come y se bebe. .....
Quintá tiene ese ángulo muerto desde siempre y siempre lo ha ocultado con una conducta extremada. A algunos simplemente le resulta cargante pero a otros les da pavor. Es el polo opuesto al modo en que su padre, en silencio y sin llamar la atención, se hizó uno más de la red de Josep Plá. ....
Hace ostentación de conocimiento , de superioridad y no le disgusta humillar a un colega. Parece disfrutar generando antipatía. Quintá consolida una imagen bipolar de si mismo. .....
Hasta aquí mi visión particular. A continución dos comentarios cualificados que , evidentemente, enriquecerán la opinión. Foto. Quintá en su época de director de TV3.
Sobre el Llibre de l’amic Amat
“¿Por qué en nuestro país nadie dice la verdad?”. Esta pregunta, que
Josep Pla refiere a Jaume Vicens Vives en una carta, es el lema de El fill de xofer –El hijo del chófer; Tusquets,
2020–, de Jordi Amat. La frase aparece como el epígrafe, el tráiler, el
copón, la lógica, el momento fundacional del libro. Es la clave de su
lectura y las palabras que le dan sentido. A través de ese sentido se
puede intuir que el libro que empieza, que avanza, que termina, no es
una biografía, sino un estudio sobre la verdad, ese objeto tan vasto que
engloba en sí a la mentira. Es un estudio sobre la cultura, vamos, ese
corpus desde el que se emiten, elegantemente y con permiso y consenso
social, frases no refrendadas necesariamente por la realidad, como “qué
bebé tan bonito”, “el carácter modélico de la transición española”, o “l’esperit cívic que ens caracteritza”. Es
un estudio –agárrense y aparten a los niños– sobre el momento
fundacional de la cultura democrática post-78, de la cultura nacional
cat y esp, dos conceptos que en los años 80 ya estaban refundados.
Cambiaron. Mucho. Tal vez 360 grados. Hace mil años, antes de la
pandemia, en una entrevista, Amat me soltó, un poco mosca, que “no hay
una investigación sobre la Cultura de la Transición –la CT de las
narices– Cat, y quien tenía que hacerlo –aludía al trade-mark Comuns–
no lo había hecho”. Pues bien, Jordi Amat lo ha hecho. A pelo. Desde
otra cultura. La suya. El resultado es sexy, valiente, molesto,
operativo y –en nuestro país nadie dice la verdad– camuflado
como libro biográfico. Lo que, por lo que estoy observando en las
reseñas, le ha evitado la primera ronda de capones. Bien por Amat.
El tramo formal del libro es, lo dicho, una biografía. De Alfons
Quintà. Un psicópata que, por cierto, fue mi primer director en un
diario. Por aquel entonces yo era incluso más joven que ahora, por lo
que, a falta de precedentes vitales, no le di importancia. Lo vi como un
paisaje o, al menos, intuí –y la Historia me absolvió– que todo
director de diario esp/cat tenía estadísticamente algo de psicópata. Los
psicópatas, en fin y por otra parte, no son seres importantes. Pero sí
útiles. Se cuelan en tu vida, en tu trabajo o en tu piso para explicarte
los límites. Son un límite. Son la brutalidad que la sociedad les
permite. Son, por tanto, un indicador social. Son algo frecuente, por lo
mismo, en el staff informativo y cultural local de un país en
el que nadie dice la verdad, actividad que requiere esfuerzos colectivos
continuos y directores llamativos. El acierto, la novedad, lo brillante
de Amat es hacer coincidir en el hecho biológico de un psicópata –ese
río; una persona es un río– dos momentos históricos que explican la
Transición en Cat. Y, con ello, en Esp –Cat, al cabo, no es una seta,
que nace solo del sol y la lluvia; desde los 80 es algo que nunca fue:
la prolongación de la cultura política esp por otros medios; era eso,
por todo lo alto, en 2017, por ejemplo, algo que el libro propone
implícitamente–.
El acierto, la novedad, lo brillante de Amat es hacer coincidir en el
hecho biológico de un psicópata –ese río; una persona es un río– dos
momentos históricos que explican la Transición en Cat
Esos dos grandes momentos son, como ya habrán adivinado, A) y B).
Sobre A). Quintà era el hijo del cómplice y chófer de Pla, una labor
fundamental en el ignoto Empordà de la postguerra. Pla, por cierto, es
otro psicópata, con un trato humano, en ocasiones, no muy diferenciado
del que emitirá Quintà. El formulador del fascinante
en-nuestro-país-nadie-dice-la-verdad, fue periodista a sueldo de Cambó
desde los años 20, y espía franquista cuando esa máquina mataba a
tutiplén y sus aliados torpedeaban barcos que venían de Marsella. Desde
la postguerra, a través de Destino, revista falangista fundada
por deslocalizados de la Lliga en Burgos, Pla –hasta que fue despedido
por el último propietario de Destino, Jordi Pujol, por escribir
desde posicionamientos proto-fascistas sobre el 25 de abril portugués–
fabricó una nebulosa certera –incomprensible, ilógica hoy sin la
capacidad cultural de descifrar toda aquella nube–, percibida por el
lector de la época como sentido de la vida gourmand,
cosmopolitismo, liberalismo y catalanismo. Algo en todo caso posible en
un país en el que nadie dice la verdad. Pla, en todo caso, fue, y así lo
señala Amat, el ¿único? escritor cat en cuyo entorno se formó una
órbita de políticos –hoy lo habitual es lo contrario: los escritores, el
intelectual, son satélites del político–. Amat denomina a ese grupo, o
situación, y es un concepto brillante, el “Camelot de Pla”. Su núcleo
duro son el historiador Jaume Vicens Vives –docente represaliado,
historiador y magister de accesos diametralmente distintos a él como Vilar o Fontana; destinado a la Presidència de la Gene, murió mucho antes de ese spring, lo que fue un giro en el destino de Pujol–, Joan Sardà –Enric Juliana hace de él un perfil imprescindible en su magnífico Aquí no hemos venido a estudiar–, economista
no franquista, próximo a ERC en su juventud, y creador del Plan de
Estabilización, que sacó del hoyo al franquismo en 1959, si bien también
a la sociedad, al límite de su capacidad de sufrimiento. Fabià Estapé,
discípulo de Sardà y creador del Primer Plan de Desarrollo. Y Manuel
Ortínez, una pieza clave, y oscura, en la Transición. En aquel momento
era una suerte de community manager del Cotó –el Algodón, el
empresariado textil cat–. En el postfranquismo lo sería del sector
financiero. Ese grupo con chófer, y el chófer con hijo, en todo caso,
son los autores de un plan. Consiste en asociarse con Tarradellas
–Ortínez consigue que el Cotó sufrague su exilio, en pleno franquismo–,
que Tarradellas delegue el Interior en Vicens Vives, y en fabricar, en
torno a la institución Generalitat, una garantía de orden frente a las
izquierdas en un posible proceso de apertura no necesariamente
democrática. Sería, interpreto, una respuesta política al Plan de
Estabilización, y desde él mismo. Desde la idea de que liberalizar la
economía comportaría algún tipo de liberalidad. ¿Era una idea gaseosa?
¿Era un póquer salvaje y en serio? No se sabe. El grupo se disgregó con
la muerte de Vicens Vives, en 1960. Lo importante, y lo importante del
libro, es que ese plan, de la mano de Ortínez, vuelve en los 70. Es
sancionado por Andrés Cassinello, el jefe de los servicios de
inteligencia que también sancionó a los líderes del PSOE y les dio su
OK. Es el plan que se materializa en la Transición en Cat. Es la vuelta
de Tarradellas –sin relación ni contacto con la sociedad o con los
partidos cat, pagado en esta ocasión por el Estado, y ya no por el Cotó,
pocho desde 1973–, para garantizar el orden frente a las izquierdas. El
plan es la única pieza de UCD proveniente del exilio. Algo posible en
un país en el que nadie dice la verdad. Preciosismo: Amat explica cómo
UCD le ofreció al PSC ser el gestor y beneficiario de esa apuesta. El
PSC no contestó. Tal vez superado por la pirueta inverosímil. Es decir,
no fue beneficiario. Lo fue, por pasiva, la derecha nacionalista, otro
lenguaje y cosmovisión, beneficiada por Tarradellas. Con ese silencio
PSC, visto lo visto, las izquierdas, y no solo las rupturistas, dejaron
de ser determinantes en Cat en ese momento fundacional que supone
Tarradellas, el orden, el servicio al Estado, el nunca decir la verdad.
Punto para Amat.
Sobre el punto B) la esencia del libro. Se trata del caso Banca Catalana, que Quintà, delegado de El País en
Cat, destapa en 1980 en un artículo brillante, arriesgado, repleto de
sentido democrático y afán de control sobre el poder político y
financiero. No se volverá a repetir uno igual en la democracia esp desde
entonces. En breve, a su vez, Quintà cambia de bando. Se suma, previo
pago, a lo que pretendía fiscalizar, a través de la dirección de TV3,
gran proyecto de la primera legislatura de Pujol, ese comprador de seres
humanos. Amat explica, en ese sentido, cómo Pujol, un empresario de
medios informativos fracasado, triunfa en algo muy parecido, pero muy
diferente. Los medios de comunicación públicos. En el trance de
explicarlo, Amat emite varias perlas. La primera, el momento fundacional
de la CT, disponible en dos libros, pero hasta ahora no ponderado en su
desmesura: las memorias de Cebrián –un ejercicio de no decir la verdad,
pero también de la incapacidad, vía vanidad, de no disimularla del
todo–, y las agendas publicadas de Francesc Cabana –cuñado de Pujol,
ejecutivo de Banca Catalana y un hombre honesto, me dicen, que hizo
chiribitas cuando Pujol explicó lo del dinero negro que tenía en el
extranjero–. Se trata de un encuentro en un restaurante MAD entre
Cabana, dos ejecutivos más de Banca Catalana, y Cebrián y Polanco. Van a
pedir que El País deje de publicar información sobre Banca Catalana. En el encuentro planea la figura de Pujol, accionista de El País
y candidato a la Gene. Cebrián, que les explica que cada día habla no
con uno, sino con dos, y hasta tres ministros, señala que también ha
recibido llamadas del Banco de España al respecto. Que no se dejará
presionar, que lo que ha hecho Pujol es, literalmente, de “impeachment”. El País, en
todo caso, dejó de informar al respecto. La reunión es importante. Un
lustro no hubiera existido. El poder financiero hubiera recurrido al
político, y el político hubiera silenciado o modulado el asunto en la
prensa. Ahora es el cuarto poder quién satisface las llamadas no de uno,
sino de dos y hasta tres ministros, un Banco de España y una banca cat,
unidos todos por la percepción de que no se debe juzgar un delito
común, en tanto puede desestabilizar la democracia. Eso es la adaptación
local de la democracia, esa cosa con sensibilidad desmesurada hacia el
delito común cuando es económico. Es, lo dicho, la foto de un momento
fundacional de la nueva cultura, la CT.
Tanto en Esp como en Cat, sólo saldremos de este día de la marmota si algo cambia en el periodismo y la Justicia
La segunda perla es la participación de TV3, recientemente fundada por Quintà, en la lucha novedosa para evitar que ese impeachment, que
finalmente no será efectivo, llegue a ser percibido en la sociedad. En
ese trance, se fabrica, alehop, la cultura nacional cat en democracia.
La CT cat. Quizás son las mejores y más polémicas páginas del libro
parapetado tras una biografía. Amat explica que el nuevo Gobierno
socialista no era partidario de judicializar la cosa –“No es que quieran
condenarlo (a Pujol). No lo quieren ni juzgar”–. Explica cómo todo fue
iniciativa de dos fiscales, Mena y Villarejo, comprometidos con el
Estado de Derecho ya en el franquismo, y novatos en la nueva democracia
novata. Explica cómo la cosa finalizó –por todo lo alto– con la votación
de los jueces en BCN, que decidieron no juzgar a Pujol. Cuando hubo
juicio del caso, por cierto, la condena vino a fijar –uala– que no era
delito que un banco contemplara una doble contabilidad. Amat explica ese
combate mediático ganado finalmente, y esa victoria pujolista más allá
de lo judicial, “que no conseguirá una transferencia de poder sino que
acabará por modificar el tablero del juego del Estado de 1978”. “Se
trata de crear un momento populista para refundar el poder” en Cat. A
través de la movilización en dos momentos mágicos. La toma de posesión
de Pujol y, cuatro años después, cuando será exonerado. “El principal
motor de la movilización (en la toma de posesión) es TV3”, en directo y
con un reportaje previo, en el que “se entrevistaba al presidente de
Omnium, que apareció como una de las entidades convocantes”. Más
similitudes con el siglo XXI: en esa manifestación se cantó “L’Estaca”,
de Lluís Llach. Ese día Pujol, en un discurso con balcón al uso,
proclamó el nuevo marco de la derecha cat: “A partir de ahora, cuando
alguien hable de ética y de juego limpio, seremos nosotros”. Cat, con un
empresariado bancario chungo, y al uso en Esp, se alejaba culturalmente
de Esp para crear el mismo objeto cultural vertical y político, y ser
referente ético para sus consumidores. La inclusión de un político en un
sumario era, por tanto, un ataque de la Esp inmoral y africana, a la
Cat moral y europea. El caso Banca Catalana supuso, en fin, la mayoría
absoluta de Pujol en las siguientes elecciones. Y algo más –lo apunto
yo, que no Amat–, la imposición del marco Cat a las izquierdas. Todo lo
que no sea ese marco es, aún hoy, españolismo, otro nacionalismo, o
no-democracia. Es la normalidad cultural para varias generaciones. Amat
explica ese marco –al usuario de la Cat del siglo XXI le resultará
familiar; los subrayados son míos, así hago algo–: (la propaganda
vertida en lo de BC) “ha sido un acto de fuerza sostenido, cubierto
desde el primer momento por el manto de la noble mentira que siempre es
el mito. El mito de la víctima cuyo sufrimiento se funde con el pueblo. El instante en el que las víctimas se convierten en cómplices para sentirse parte de una misma comunidad. En ese instante, con la entronización plena del mito político, se instaura un nuevo orden”. Sobre ese orden: “es el régimen dentro del régimen.
Es democracia y son negocios (...), un subsistema del sistema. El
corazón de la fiesta ha comenzado a latir”. Y no parará. No ha parado.
En otro feliz hallazgo de relaciones, Amat aporta que el día en el que
Pujol accedió al cargo, Juan Carlos I estaba en Arabia Saudí, tomando
whisky, fumando puros de extranjis, y vendiendo armas por la vía no
convencional. Es decir, que estaba haciendo lo mismo que Pujol, en otro
ramo. Y que la exoneración de Pujol coincide con la ampliación de sus
negocios. La coincidencia, en la misma empresa, de Prenafeta –el Manuel
Prado y Colón de Carvajal de Pujol–, de Jordi Pujol Junior, y del joven
Artur Mas, y cómo ese mundo emprendedor, vía Carles Vilarrubí, se
relaciona profesionalmente con empresas de Manuel Prado y Colón de
Carvajal. Es decir, el rey. Negocios, política y un anillo que los une a
todos: una cultura para el/los país/países en los que nadie dice la
verdad. Todos los países, todas las culturas nacionales son así. Se
diferencian por la intensidad. En Esp/Cat, absoluta, asfixiante. Sin la
mentira no existirían.
Recordemos, para salir del bucle, que entramos en él no por un
psicópata, sino por un comportamiento patológico del periodismo, de la
política y de la Justicia, al que se agregó la sociedad, que decidió que
todo ello era verdad, incluso la verdad máxima: el sentido común. Lo
que indica que, tanto en Esp como en Cat, sólo saldremos de este día de
la marmota si algo cambia en el periodismo y la Justicia. Hoy, diría, no
ha pasado. La de cosas que se aprenden de una biografía cuando no lo
es. Cuando es, verbigracia, una biografía de la cultura cat, y en
ocasiones, de la esp, desde la vuelta de Tarradellas/1977, hasta esta
mañana a primera hora. Y, por el mismo precio, la sospecha de que la
derecha cat y la esp van a intensificar, en el XXI, el juego con el
juguete que crearon a finales del XX, si ningún periodista, o juez lo
remedia. Por lo general, esos dos oficios sólo participan en un sentido
de la partida. La partida, el juego, consiste en que nadie diga la
verdad, y sacar beneficio –económico, honorífico– de ello. Consiste en
seguir jugando, otra generación. Nuestras culturas participan de ese
silencio desde hace décadas. Y varios poderes son, literalmente, eso en
su esencia.
Le debemos una copa a Jordi Amat.