Por Raúl Ochoa Marco, socio-fundador de Ochoa-Marco & Asociados
Cómo transmitir con eficacia el alegato que hemos preparado por escrito
No sólo se requieren conocimientos técnicos acerca de la materia objeto de litigio, sino que es necesario la adquisición de una serie de habilidades que refuercen nuestra presencia en sala.
En términos generales, el vocablo alegato – en latín allegatus – hace referencia a una locución, un testimonio o una exposición que se pronuncia en contra o a favor de una persona o de algo.
De acuerdo con lo establecido por el diccionario de la Real Academia Española, se denomina alegato a la presentación que realiza el Abogado para fundamentar el derecho que tiene la parte que sostiene la defensa y para refutar las razones esgrimidas por la parte que ejerce la acusación. Esta expresión confiere al Letrado la facultad de realizar un planteamiento contrario al aducido por la otra parte para que, acto seguido, pueda analizar las pruebas, impugnar los argumentos de la contraparte y llevar a cabo una fundamentación jurídica de sus pretensiones con base en la legislación y jurisprudencia aplicable.
De lo expuesto se colige que el alegato consiste en un análisis crítico de la prueba efectuada en autos, tratando de convencer y persuadir al Juzgador para dictar una resolución favorable a sus intereses.
Empero, no sólo se requieren conocimientos técnicos acerca de la materia objeto de litigio, sino que es necesario la adquisición de una serie de habilidades que refuercen nuestra presencia en sala.
Preparación de la estrategia jurídica y estructura del alegato
Aunque es fundamental la agilidad mental del abogado, en ningún caso se recomienda dejar cualquier circunstancia o evento a la improvisación; ello sólo genera desconfianza, tensión y pérdida de atención del letrado respecto de todo aquello que ocurre en sala en los momentos previos a su intervención.
El abogado que actúa en Sala no tiene oportunidad de sustituir las palabras y frases ya emitidas; obviamente, no puede memorizar un guión concreto porque es imposible conocer con exactitud todo lo que va a ocurrir en el transcurso del proceso. Por tanto, se recomienda la elaboración de una estrategia jurídica tras el estudio del asunto en profundidad y de las normas procesales, así como, preparar el proceso judicial de forma minuciosa con anterioridad a que el mismo comience, buscando el camino más factible para los intereses del cliente.
A.- Momentos previos al juicio
El conocimiento exhaustivo del objeto de litigio permite al abogado perder el miedo y eliminar los nervios y la inseguridad propios de un procedimiento judicial, a fin de mostrar máxima confianza en su actuación.
No obstante, antes de acudir al acto del juicio, es recomendable obtener toda la información posible acerca de las cualidades del Juzgador, pleitos diarios que conoce, criterios jurídicos, etc; con la finalidad de que el abogado pueda hacerse una idea, lo más certera posible, del foro donde va a actuar.
B.- Preparación del cliente para el acto del juicio
Para alcanzar un veredicto favorable no es suficiente solo con las alegaciones vertidas en el plenario, ni el resultado de las pruebas practicadas, sino que es necesario algo más.
Entre estos factores que pueden incidir en el fallo, la primera impresión representa un papel fundamental, ya que el Juzgador, normalmente, no conoce a las partes y, por tanto, según sea positiva o negativa, esa primera impresión condicionará, en cierta medida, el veredicto final.
En ocasiones, es recomendable suavizar o modificar el aspecto exterior del cliente, pues es cierto que hay personas que pueden encajar en un cliché determinado, que no favorezca en absoluto a la estrategia que el abogado pretende seguir. De igual forma, debe cuidarse la propia presencia del letrado; guardando siempre una cierta armonía con la función que éste ejercita en sala, porque todo aquel elemento que invite a fijarse más que en el alegato jurídico puede distorsionar la atención del juez.
C.- La entrada en sala
En el momento en el que el letrado entra en sala debe conocer el lugar exacto del estrado en que debe colocarse. Además, es fundamental establecer un vínculo de empatía con el Juzgador, así como con el Letrado Colaborador de la Administración de Justicia, sin perder la compostura y el debido respeto. A tal efecto, no se recomienda establecer comunicación visual directa con el Juzgador, pudiendo considerarse como un gesto intimidatorio; es decir, al Juez no se le debe mirar directamente a los ojos, sino al entrecejo.
D.- El comportamiento del abogado en Juicio
Si se consigue cierto grado de empatía entre el letrado y el Juez, se garantiza que, al menos, esté receptivo a escuchar el alegato que el abogado efectúe en el acto del juicio. Por tanto, hay que evitar cualquier acto que pueda enfrentar al abogado con el Juez y buscar siempre situaciones beneficiosas, como es comenzar aquellas frases que puedan contravenir al Juzgador con oraciones como “Con el debido respeto, Señoría…” o “Como conoce su señoría…”.
En lo que respecta a los interrogatorios, toda actuación del abogado debe estar interrelacionada, por lo que es fundamental realizar una escucha activa durante todo el acto del juicio. De esta forma, se logra un análisis lógico y rápido de las preguntas y respuestas; eludiendo la mala praxis de repetir preguntas ya formuladas por las otras partes, evitando las llamadas de atención del Juez y, en consecuencia, la pérdida de concentración.
Además, debe tenerse presente a la hora de proceder a realizar el interrogatorio de los testigos, evitar, si éste ha sido muy conciso en hechos que no favorecen, volver a formular preguntas relacionadas. De esta forma, se consigue que, en el supuesto que el Juez hubiera pasado por alto tal afirmación, pueda indagar sobre dicho extremo. Es decir, el abogado debe controlar y dominar, en función de las respuestas obtenidas, cuándo debe dar por finalizado el interrogatorio, aun cuando, apenas hubiera formulado preguntas al respecto.
E.- Sintetizar
Un conocimiento exhaustivo y claro acerca del objeto de defensa, permite elaborar un alegato pulcro, limpio y entendible, aportando únicamente aquellos datos verdaderamente relevantes a la causa defendida. Ello implica, conocer exhaustivamente el asunto enjuiciado, pudiendo sintetizar aquellos hechos y acontecimientos que rodean al mismo, evitando aportar datos que empecen la resolución del asunto y generen confusión y oscuridad.
No debe olvidarse que, hoy en día, se premia la brevedad y concisión en la exposición en público. En consecuencia, a la hora de elaborar un alegato, lo primordial es llamar la atención del juez, mediante frases o palabras clave para este fin, cuidando mucho el estilo y la forma; ya que, cuando alguien habla de forma enrevesada, compleja, pareciendo un erudito, se debe a que, realmente, no tiene conocimiento material del asunto, sino que está repitiendo aquello que no ha llegado a comprender.
Captar la atención a través del alegato
La comunicación en sala no es más que transmitir aquello que hemos estado preparando y estudiando, para que sea escuchado y atendido; en suma, conseguir fijar la atención del Juzgador con lo expuesto en nuestro alegato.
El subirse al estrado conlleva estar en tensión, lo cual no significa estar nervioso, sino estar atento; haciendo uso de las sinergias que nos permitan mantener una actitud creativa, diferente a la habitual en los foros, que mantenga activa la escucha del Juzgador en el momento de realizar nuestro alegato final.
La comunicación en sala, como ya se ha expuesto, se lleva a cabo a través de un lenguaje verbal y no verbal. Por tanto, desde que se entra en sala hay que despertar un cierto interés en aquél que nos va a escuchar; por ello es igual de importante la entonación de la voz como la postura del abogado en el estrado.
A.- La postura
La comunicación no verbal del abogado condiciona, en ocasiones, la orientación del fallo, pues, a través de la misma, puede reforzarse la tesis defendida por el abogado o, por el contrario, desbaratar completamente la misma.
Así, deben evitarse aquellas posturas que generan en el Tribunal desconfianza sobre lo que el abogado está transmitiendo, y que reflejan cierta inseguridad en sus palabras; tales como sentarse en el borde de la silla, balancear la misma mientras habla, esconder las manos debajo de la mesa, tocarse el pelo en repetidas ocasiones, cruzar los dedos de las manos o, incluso, sostener un bolígrafo.
A modo de ejemplo, el sostener un bolígrafo entre las manos en el momento de comenzar el alegato, únicamente genera un efecto hipnótico en el Juzgador, distrayéndole de las palabras emanadas por el letrado, lo que ocasiona desconexión, y, por ende, se bloquea su escucha activa.
Así, la postura que debe tener el abogado en el momento en el que interviene debe ser la de un presentador de televisión en el momento de dar una noticia muy importante: manteniendo cierta inclinación hacia delante, colocando el brazo derecho apoyado sobre la mesa. De esta forma, el orador refleja máxima seguridad en lo que dice, provocando predisposición en el oyente para escuchar con atención lo que se le transmite.
B.- La voz
La entonación de la voz durante el alegato es fundamental a la hora de conseguir la atención del Juzgador. Es posible que el argumento esgrimido en el informe final sea, técnicamente, muy sólido pero si, el mismo, no es escuchado activamente por el Juez, se convierte en un argumento vacío y sin relevancia alguna en el proceso.
Por ello, el letrado debe tener suma cautela antes de intervenir en el alegato final, valorando psicológicamente la actitud que el Juzgador ha tenido durante la tramitación del acto del juicio, así como el tiempo que ha durado este y, por último, la hora en la que el mismo tiene lugar. Así, en el hipotético caso de que fuese el último juicio del día y fuera a una hora avanzada, el abogado debe reducir al máximo la duración de su informe, siendo breve y conciso.
Para que la intervención del abogado tenga el efecto deseado, se requiere tener preparado previamente la estructura del alegato; lo cual no significa leer un guión, sino tener unas pautas que sean acordes a la estrategia judicial seguida durante el proceso.
En este sentido, hay que intentar focalizar la atención del Juzgador. En ocasiones puede ser de ayuda para conseguirlo comenzar la intervención con una frase excéntrica, que provoque su atención; de esta forma, será más fácil que el Juez escuche el alegato del abogado de una forma activa y comprometida.
Una vez que hayamos conseguido esto, el informe no debe ser nunca monótono, aburrido ni lineal; sino que deberá hacerse en voz alta, sin vociferar, vocalizando correctamente, haciendo énfasis y entonando de manera especial aquellas palabras que resulten más relevantes para la resolución del asunto, según nuestro interés.
Desde la experiencia de más de veinticinco años ejerciendo la abogacía en los Tribunales, puede concluirse que los pleitos se ganan y se pierden por detalles; por lo que es fundamental idear una estrategia previa que contenga todas las recomendaciones mencionadas en este artículo, que nos permitan alcanzar el objetivo diseñado.
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