viernes, 17 de abril de 2020
jueves, 16 de abril de 2020
miércoles, 15 de abril de 2020
Notas soltas: Faltan líderes
En el post de ayer reflexionaba yo sobre esta misma idea, no con tanto éxito, de Inaki Gabilondo. Apelaba a la disciplina y unión y al liderazgo. Iñaki dice que faltan líderes, Yuval Noha Hariri lo decía hace poco en un artículo que reflejé en otro post. La lideranza dice Iñaki Gabilondo implica al que dirige y a los que están alrededor y a la oposición. Peso específico en la presentación de ideas y en el desprendimiento del propio orgullo para apoyar a quien dirige , tratándose de una situación tan especial. Eso es lo grave, la situación y la falta de visión. Yo remarco, como decía ayer, que el lider tiene que ser al que hemos puesto a liderar, y lo podemos hacer lider nosotros con nuestra colaboración y disciplina. No con la sumisión, pero si con el talento y la reflexión de altura. Decía yo ayer que aunque el líder sea malo, es nuestro líder y debemos conducirnos con él en una situación tan extrema.
Notas soltas : Alrededor de la pandemia, su gestión, las fakes news y la unidad en la tempestad.
El talento se forma en la calma, el carácter en la
tempestad. (Goethe)My fellow Americans, ask not what your country
can do for you, ask what you can do for your country. (kennedy)
Vaya por delante y como inicio que creo que la vida me formó, por circunstancias, más en el carácter que en el talento. He vivido casi
siempre en la tempestad, parte por mi
profesión de militar, que me obligaba a ello y
parte por buscarlo. No me considero hombre de talento. No sé si soy de carácter, pero siempre sentí que tenía que estar preparado para tener
carácter, para responder de forma rápida,intuitiva,disciplinada ante las situaciones
que podría encontrarme. Hasta dar la vida por ello, si así venía la cosa. El soldado de infantería es más que nada una persona generosa, dispuesta y entregada, donde el objetivo es cumplir la misión, sin poner condiciones. Si el infante ejerce de jefe debe ser el más ejemplar y motivador de sus soldados. Así me eduqué o
me formé. Durante muchos años y por esta bendita deformación profesional, me falta la calma
para el estudio reflexivo y calmado. Siento que cuando me veo en la responsabilidad de
decidir me creo obligado a hacerlo rápido, sin dilaciones estériles, que retrasen el cumplimiento de la misión. Eso, aveces, ocasiona errores, no lo niego,
pero ya dije que creo que me falta talento. Cuando un militar siente que tiene
que tomar una decisión, normalmente no tiene mucho tiempo para hacer un estudio
sesudo de variables y consecuencias. Toma la decisión basándose en las lecciones aprendidas, estudiadas o practicadas en momentos similares, reales o ficticios. Sabe que tiene que decidir y tira de su bagaje de
conocimiento interno, casi intuitivo y se lanza a la acción, sabiendo que el éxito nunca está asegurado y todo puede
salir mal. En la guerra las decisiones
hay que tomarlas, normalmente rápidas,pero el buen militar no es un robot, tiene que tener y cultivar algo fundamental, saber tomar la iniciativa cuando no tenga una orden, un jefe y hayan cambiado las circunstancias. Y no estoy hablando del General o su Estado Mayor, estoy pensando en el soldado y el cabo de un pelotón de infantería. El ser disciplinado requiere conocer la misión y la orden recibida y no va reñida con la iniciativa, cuando es preciso. Las circunstancias pueden ser múltiples e imprevistas y no se
pueden caer en la inacción. En paz, aunque muchos lo desconozcan, la vida
militar es una preparación continua para una hipotética realidad extrema.
Y concretando más sobre al talento y de carácter,digamos que la mente tiene dos sistemas de pensamiento:
Uno, rápido, intuitivo y emocional.
Otro, más lento, reflexivo y racional.
El primero proporciona conclusiones de forma automática para muchas actuaciones ordinarias. El segundo respuestas conscientes a problemas complejos. El primero asocia la información con los patrones existentes, o pensamientos, en lugar de crear nuevas experiencias.
Si ultrapasamos al individuo y trasladamos eso mismo a nuestra organización social y política, podemos deducir que son estos conceptos unos elementos fundamentales y complementarios para que funcione sanamente una sociedad democrática, solidaria y unida. Es preciso que haya talento y también carácter. Que haya emoción, intuición, voluntariedad y también reflexión y racionalidad. Gente que piense y gente de acción. Unos tendrán más de lo uno y los otros más de lo otro, y muchos tendrán las dos virtudes, y las sabrán combinar. Pero no pidamos que el militar decida al mismo ritmo que el científico ni que el político decida al mismo ritmo que el militar. Aunque en este caso los mejores resultados se dieron en la mezcla de los dos, y pienso entre otros en ese genio militar y político que fue Napoleón.
Seamos, como seamos, todos somos necesarios, y es fundamental que todos formemos un equipo. El militar, el sanitario, el bombero, el trabajador del supermercado, el de la gasolinera, el político, el policía, todos formamos un engranaje, en la misma nación en el mismo Estado y más allá de ello. Podemos considerarnos diferentes, pero es un absurdo, la crisis económica nos afecta igual a todos en las sociedades modernas. No huyamos de nosotros mismos. Cada vez tenemos más interrelación interesada entre ricos, pobres y clase media . Las antiguas clases sociales no son tan estables como antes. Hay ricos y pobres, pero más permeabilidad social y subidas y bajadas espectaculares.
En ese equipo nacional, es necesario un líder, un gobierno. Siempre, pero especialmente en la tempestad y en la guerra, es fundamental seguir
al líder, o si lo prefieres practicar algo tan sublime como la lealtad. El lider o lo líderes, se distinguen bien, son aquellos a los que por nuestra decisión y de forma legítima les ha tocado
tomar las decisiones. Se puede disentir y comunicar a quién decide los pros y
contras de sus decisiones, y hacerle ver los errores que creamos existen. Eso es lealtad. Ahora bien, en la
ejecución de las órdenes recibidas, todo el
colectivo debe ser una sola voz y un solo hombre en la gestión y
ejecución de las tareas que hay que hacer. El momento de la ejecución y del
cumplimiento de las normas, no es el momento de hacer ruido, es el turno de la
disciplina, del trabajo común, del apoyo positivo y unir fuerzas para vencer.
Mi jefe, mi líder, mi responsable político, puede ser en mi juicio, muy malo,
pero es mi jefe. Mi obligación de miembro de la nación, o del colectivo, o de
la unidad militar, es apoyarlo en sus
decisiones, no por voluntad ciega, si no entre otras cosas, porque es el que
tiene más datos y medios para tomar la decisión.Pero al mismo tiempo porque o
el ataque se hace unido o coordinado o de lo contrario el fracaso es
evidente. Su suerte es nuestra suerte, repitiendo las palabras del jefe
del PSD portugués al presidente del Gobierno de su país. Sabias y honestas
palabras de un dirigente político que sabe que en un pequeño país de economía
modesta si el barco se hunde él también se hunde. Esto es lealtad. La lealtad, que no es sumisión, es un bien, tanto jurídico como moral, que hace progresar cualquier organización, país
o familia. En la buena fe y la lealtad se hicieron miles de negocios durante
épocas, que más tarde el Derecho convirtió en norma escrita. Un militar tiene
que ser tan disciplinado como leal. Lealtad que
tiene dos direcciones, con el superior y con el subordinado. La lealtad
al jefe la conocemos, pero es tan importante la lealtad al subordinado, al que está obligado por disciplina a la obediencia. Esa lealtad al subordinado exige darle información,
tener empatía con él, darle ejemplo en ser el primero en aceptar las
condiciones de vida y los riesgos, dar el valor y la consideración que tiene
y dar la cara por él si el momento le
exige. Lealtad que vale para el político con su subordinado. Lealtad recíproca.
Son tiempos de tempestad. Tiempos de lealtad, unión y liderazgo.
El espectáculo en
la política española es patético. La
división de las dos Españas no tiene arreglo. Lo que se oye en las redes, en
las declaraciones políticas, en portadas de prensa, los bulos y noticias
sesgadas y las discusiones inventadas por detalles menores que no conducen a
nada, dan una imagen triste de un país, sumido en un problema general muy grave que tendrá que estar muy unido para reflotar una
economía que quedará tocada. Parece como si parte de España tuviera que ir al psiquiatra.Un poco de silencio es necesario. De pensar en altura y no malgastar el tiempo en cuestiones banales.
Que diferencia con la imagen que está dando el pueblo español. Es magnífica la entrega en el cumplimiento de normas y la solidaridad. El personal sanitario ha demostrado un valor y una eficacia encomiables. Ese colectivo si que ha conjugado talento, carácter, lealtar y mucha generosidad. Ese río de positivismo es la mejor arma para organizar el país como un frente unido para combatir los malos tiempos. Orgullo de ciudadanos, sin duda.
También es para felicitar la actuación de las Fuerzas Armadas como complemento y ayuda en las actuaciones. Vemos como por las circunstancias que tenemos se ha tomado la buena decisión de ver el ejército en la calle. Con éxito, sin
duda, su actuación en cualquier situación, como no podía ser de otra manera. No es mérito, es lo normal. Una organización preparada, flexible, versátil, da buenos resultados en estas situaciones y las que fueren. Sobre esto existe un gran desconocimiento por parte de la ciudadanía y una
propaganda interesada que no se corresponde con una democracia moderna y una
nación avanzada.Francia tiene a sus soldados en la calle haciendo labores de patrullaje y control ciudadano por las alertas de terrorismo, y es lo normal. Aquí es diferente, la verdad es que todo tiene sus causas que no vamos a tocar ahora. Pero el caso es que se pierde un valor, una fuerza, dispuesta que la sociedad paga y que en ciertos momentos se puede utilizar como algo normal. Un Ejército que no relacionado con el pueblo e inmiscuido con el, no es tal. Pensamientos trasnochados, interesados y atávicos siguen pesando en esta sociedad . El caso es que no hay término medio. Unos están en contra de que el Ejército esté en la calle, por múltiples y peregrinas razones confundiendo churras con merinas. Otros, haciéndole un flaco favor al propio ejército consideran a las Fuerzas Armadas como suyas,
y tanto las jalean y abrazan que las ahogan entre sus anhelos imperiales. Menos mal que la gran
mayoría ven a las FAS, como algo suyo y como un elemento
más de apoyo, cumpliendo los cometidos que haga falta que por sus
características de flexibilidad, rapidez, unidad de acción y disciplina las
hacen aptas para una rápida ejecución de una actividad en tiempo de crisis. Eso
va desde el control de carreteras,
mantenimiento del orden público, limpiar residencias, montar hospitales y miles
de actividades que podrían hacer. Porque
salen baratas y están preparadas para eso y para defender el territorio de un ataque enemigo. Ahí su
versatilidad y eficacia. Las FAS, cuando todo el país está demostrando una
empatía, una solidaridad y disciplina encomiables no necesita que la jaleen ni
la utilicen, sólo quieren ser vistas con normalidad, cariño, y sentirse
eficaces.Y sobre todo quieren verse de todos, no de unos pocos.
Precisamente, y desgraciadamente,
aquellos que más utilizan la imagen y el
jaleo barato de las FAS, son los mismos que no reconocen al líder político que les ha
tocado, y al gobierno que democráticamente manda en el país. Montan espectáculos
burdos y patéticos llenos de mentiras y enredos que hacen un flaco favor a la unidad
frente a la pandemia. Los que más creen estar cerca del pensamiento militar no
han captado el concepto de que igual que un ejército un país en tempestad tiene
que funcionar como un ente jerarquizado, disciplinado y unido. Que pena
que discutan tanto al jefe político y no se
pongan a sus órdenes. Algunos que tanto añoran a Franco que se lean la definición de
disciplina de Franco, cuando era Director de la Academia General Militar allá en plena República, y pueden sacar conclusiones.
¡Disciplina!..., nunca buen definida y comprendida. ¡Disciplina!..., que no encierra mérito cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina!..., que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la disciplina que os inculcamos, esta es la disciplina que practicamos. Este es el ejemplo que os ofrecemos.
Francisco Franco 14de junio de 1931.
martes, 14 de abril de 2020
Amadeus (Lacrimosa). A tristura de não poder despedir a um ser querido
Como recuerdo doloroso a los que en estos momentos tienen que ver marchar a sus seres queridos con el vacío como despedida.
A los mayores que son las víctimas más numerosas de esta peste medieval.
A los mayores que son las víctimas más numerosas de esta peste medieval.
A tristura de não poder despedir a um ser querido é narrada de forma emocionada pelo apresentador do telejornal José Alberto Carvalho na TVI portuguesa.
SEM PALAVRAS.
lunes, 13 de abril de 2020
En la batalla contra el coronavirus, la humanidad carece de líderes. Yuval Noah Harari
El antídoto contra la epidemia no es la segregación, sino la cooperación.
Mucha gente culpa de la epidemia de coronavirus a la globalización y
dice que la única forma de impedir que haya más brotes de este tipo es
desglobalizar el mundo. Construir muros, restringir los viajes,
disminuir el comercio. Sin embargo, aunque en estos momentos la
cuarentena es fundamental para detener la epidemia, instaurar el
aislacionismo a largo plazo provocará un derrumbe económico y no
proporcionará ninguna protección genuina contra las enfermedades
infecciosas. Todo lo contrario. El verdadero antídoto contra una
epidemia no es la segregación, sino la cooperación.
Las
epidemias mataban a millones de personas mucho antes de la era de
globalización actual. En el siglo XIV no había aviones ni grandes barcos
y, pese a ello, la peste negra se propagó desde el este de Asia hasta
Europa occidental en poco más de un decenio. Causó la muerte de entre 75
y 200 millones de personas, más de un cuarto de la población de
Eurasia. En Inglaterra, fallecieron 4 de cada 10 personas. La ciudad de
Florencia perdió a 50.000 de sus 100.000 habitantes.
Entre
los que desembarcaron en México en marzo de 1520 había un único
portador de la viruela, Francisco de Eguía. En aquella época, por
supuesto, no existían en Centroamérica trenes ni autobuses, ni siquiera
burros. Pese a ello desde entonces hasta diciembre, la epidemia de
viruela asoló toda la región y mató, según algunas estimaciones, a un
tercio de su población.
En 1918, una cepa especialmente virulenta de la gripe consiguió
propagarse en pocos meses hasta los rincones más remotos del mundo.
Infectó a 500 millones de personas, más de la cuarta parte de la especie
humana. Se calcula que la gripe mató al 5% de la población de la India.
En la isla de Tahití murió el 14%, en Samoa el 20%. En conjunto, la
pandemia causó la muerte de decenas de millones de personas —quizá hasta
100 millones— en menos de un año. Más muertes que la Primera Guerra
Mundial en cuatro años de brutales combates.
En el siglo transcurrido desde 1918, la humanidad se ha vuelto cada
vez más vulnerable a las epidemias, debido a una mezcla de aumento de la
población y mejores transportes. Una metrópolis moderna como Tokio o
Ciudad de México ofrece a los patógenos unos cotos de caza mucho más
ricos que la Florencia medieval, y la red mundial de transportes es
mucho más rápida que en 1918. Un virus puede abrirse camino desde París
hasta Tokio y México en menos de 24 horas. Por consiguiente, deberíamos
haber previsto la posibilidad de vivir en un infierno infeccioso, con
una plaga mortal detrás de otra. Sin embargo, tanto la incidencia como
las repercusiones de las epidemias han disminuido de forma espectacular.
A pesar de brotes horribles como el sida y el ébola, en el siglo XXI
las epidemias matan a muchas menos personas que en ninguna otra etapa de
la historia. El motivo es que la mejor defensa que tienen los seres
humanos frente a los patógenos no es el aislamiento, sino la
información. La humanidad está ganando la guerra a las epidemias porque,
en la carrera de armamentos entre los patógenos y los médicos, los
primeros solo pueden recurrir a mutaciones ciegas, mientras que los
segundos cuentan con el análisis científico de la información.
Cuando golpeó la peste negra, en el siglo XIV, la gente no tenía ni
idea de qué la causaba ni cómo curarla. Hasta la época moderna, los
seres humanos solían achacar las enfermedades a los dioses airados, los
demonios perversos o los malos aires, y ni sospechaban la existencia de
bacterias y virus. La gente creía en ángeles y hadas, pero no era capaz
de imaginar que una sola gota de agua pudiera contener toda una flota de
depredadores letales. Por eso, cuando aparecían la peste negra o la
viruela, lo máximo que se les ocurría a las autoridades era organizar
rezos masivos a diversos dioses y santos. Y eso no servía de nada. De
hecho, cuando la gente se reunía para los rezos masivos, la infección
solía propagarse.
Durante el último siglo, científicos, médicos y enfermeros de todo el
mundo han reunido e intercambiado informaciones que les han permitido
comprender el mecanismo de actuación de las epidemias y los métodos para
contrarrestarlas. La teoría de la evolución explicó cómo y por qué
aparecen enfermedades nuevas y las viejas se vuelven más virulentas. La
genética permitió que los científicos examinaran el propio manual de
instrucciones de los patógenos. Mientras que, en la Edad Media, nunca
descubrieron qué causaba la peste negra, los científicos actuales no
tardaron más que dos semanas en identificar el coronavirus, secuenciar
su genoma y desarrollar una prueba fiable para identificar a las
personas infectadas.
Cuando los científicos comprendieron lo que causan las epidemias, les
fue mucho más fácil luchar contra ellas. Las vacunas, los antibióticos,
más higiene e infraestructuras médicas mucho mejores han permitido que
la humanidad ganara la partida a sus depredadores invisibles. En 1967
hubo 15 millones de personas contagiadas de viruela, de las que murieron
dos millones. En la década posterior se desarrolló una campaña mundial
de vacunación con tanto éxito que, en 1979, la Organización Mundial de
la Salud declaró que la humanidad había vencido y la viruela había
quedado completamente erradicada. En 2019 no hubo ni una sola persona
infectada ni fallecida por la viruela.
¿Qué nos enseña la historia a la hora de afrontar la epidemia actual de coronavirus?
En primer lugar, nos da a entender que no podemos protegernos
cerrando de forma permanente nuestras fronteras. Recordemos que las
epidemias se propagaban con rapidez ya en la Edad Media, mucho antes de
la era de la globalización. Por tanto, aunque situáramos nuestras
conexiones internacionales a la altura de las de Inglaterra en 1348, eso
no bastaría. Si queremos un aislamiento que nos proteja de verdad, no
basta con la época medieval. Tendríamos que volver a la Edad de Piedra.
¿Somos capaces de hacerlo?
Segundo, la historia indica que la auténtica protección se obtiene
con el intercambio de informaciones científicas fiables y la solidaridad
mundial. Cuando un país sufre una epidemia, debe estar dispuesto a
compartir las informaciones sobre el brote con sinceridad y sin miedo a
la catástrofe económica, mientras que otros países deben poder fiarse de
esas informaciones y no repudiar a la víctima, sino ofrecer su ayuda.
Hoy, China puede impartir a todos los países muchas lecciones
importantes sobre el coronavirus, pero eso requiere mucha confianza y
cooperación.
Esa cooperación internacional se necesita también para que las
medidas de cuarentena sean eficaces. Las cuarentenas y los aislamientos
son esenciales para detener las epidemias. Pero, cuando los países
desconfían unos de otros y cada uno piensa que está solo, los Gobiernos
no se deciden a tomar unas medidas tan drásticas. Si descubriéramos 100
casos de coronavirus en nuestro país, ¿cerraríamos de inmediato ciudades
y regiones enteras? En gran parte, depende de lo que esperemos de otros
países. El cierre de las ciudades puede conducir a la crisis económica.
Si pensamos que otros países nos van a ayudar, será más probable que
tomemos una decisión tan radical. Pero, si creemos que los demás países
van a abandonarnos, seguramente vacilaremos y cuando actuemos será
demasiado tarde.
Lo más importante que tiene que saber la gente sobre las epidemias es
quizá que la propagación de la enfermedad en cualquier país pone en
peligro a toda la especie humana. El motivo es que los virus
evolucionan. Los virus como el corona tienen su origen en animales, por
ejemplo, los murciélagos. Cuando pasan a los humanos, están mal
adaptados a sus organismos. Luego, sufren mutaciones ocasionales al
duplicarse. En su mayoría son inocuas, pero, de vez en cuando, una
mutación vuelve al virus más infeccioso o más resistente al sistema
inmunitario humano, y entonces esa cepa mutante se propaga a toda
velocidad entre la población. Dado que una sola persona puede albergar
billones de virus en proceso constante de duplicación, cada persona
infectada ofrece al patógeno billones de oportunidades para adaptarse
más a los seres humanos. Cada portador es como una máquina de juegos que
proporciona al virus billones de boletos de lotería, y al virus le
basta con que uno de ellos sea ganador para salir adelante.
Estas no son meras especulaciones. El libro de Richard Preston Crisis in the Red Zone
(Crisis en la zona roja) describe una cadena de acontecimientos similar
en la epidemia de ébola de 2014. El brote estalló cuando unos virus de
ébola saltaron de un murciélago a una persona. Eran unos virus con los
que la gente enfermaba gravemente, pero que seguían estando más
adaptados a vivir en los murciélagos que en los humanos.
Lo que hizo que el ébola pasara de ser una enfermedad relativamente
infrecuente a ser una epidemia brutal fue una sola mutación en un solo
gen de un solo virus de ébola en una sola persona, en algún punto de la
región de Makona, en África occidental. La mutación permitió que la
nueva cepa —la cepa de Makona— se vinculara a las moléculas
transportadoras del colesterol, que, en lugar de colesterol, empezaron a
introducir ébola en las células. Como consecuencia, la cepa de Makona
se volvió cuatro veces más infecciosa.
Es posible que, mientras leen ustedes estas líneas, se esté
produciendo una mutación similar en un solo gen del coronavirus que
contagió a alguna persona en Teherán, Milán o Wuhan. De ser así, se
trata de una amenaza no solo para los iraníes, los italianos y los
chinos, sino para todos nosotros. La gente de todo el mundo tiene el
mismo interés, a vida o muerte, en no dar al coronavirus esa
oportunidad. Y eso significa proteger a todas las personas en todos los
países.
En los años setenta del siglo pasado, la humanidad consiguió derrotar
al virus de la viruela porque se vacunó a todo el mundo, en todas
partes. Con que un solo país no hubiera vacunado a su población, podría
haber puesto en peligro a toda la humanidad, porque, mientras el virus
de la viruela existiera y evolucionara en algún sitio, siempre podría
propagarse a todas partes.
En la lucha contra los virus, la humanidad necesita vigilar
estrechamente las fronteras. Pero no las fronteras entre países, sino la
frontera entre el mundo humano y el mundo de los virus. El planeta
Tierra está lleno de innumerables virus, y constantemente aparecen y
evolucionan muchos nuevos debido a las mutaciones genéticas. La línea
que separa esta virusfera del mundo humano se encuentra en el interior
del cuerpo de todos los seres humanos. Si un virus peligroso consigue
atravesar esa línea en cualquier lugar de la Tierra, pone en peligro a
toda la especie humana.
En el último siglo, la humanidad ha fortificado esa frontera como
nunca lo había hecho. Los sistemas modernos de salud se han construido
para amurallar esa frontera, y los enfermeros, médicos y científicos son
los guardias que patrullan y repelen a los invasores. Sin embargo, la
frontera tiene grandes trechos que, por desgracia, están al descubierto.
En el mundo hay cientos de millones de personas que carecen de la
sanidad más básica, y eso es un riesgo para todos. Estamos acostumbrados
a hablar de los sistemas de salud desde el punto de vista nacional,
pero proporcionar una sanidad mejor a los iraníes y los chinos también
contribuye a proteger a los israelíes y los estadounidenses de una
epidemia. Esto debería ser evidente para todos, pero lamentablemente es
algo que se les escapa incluso a algunas de las personas más importantes
del mundo.
La humanidad afronta hoy una grave crisis, no solo debido al
coronavirus, sino también por la falta de confianza entre las personas.
Para superar una epidemia, la gente necesita confiar en los expertos
científicos, los ciudadanos necesitan confiar en las autoridades y los
países necesitan confiar unos en otros. En los últimos años, unos
políticos irresponsables han socavado deliberadamente la fe en la
ciencia, las autoridades públicas y la cooperación internacional. Así
que ahora nos enfrentamos a esta crisis sin ningún líder mundial capaz
de inspirar, organizar y financiar una respuesta global coordinada.
Durante la epidemia de ébola de 2014, Estados Unidos desempeñó ese
liderazgo. También lo hizo durante la crisis financiera de 2008, y
consiguió poner de acuerdo a suficientes países para evitar una crisis
económica mundial. En los últimos años, por el contrario, Estados Unidos
ha renunciado a ese papel. El Gobierno actual ha recortado las ayudas a
organizaciones internacionales como la OMS y ha dejado muy claro que
Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses. Cuando estalló la crisis
del coronavirus, EE UU se mantuvo al margen, y hasta ahora se ha
resistido a tomar la iniciativa. Incluso aunque al final quiera hacerlo,
la confianza en el Gobierno estadounidense actual se ha erosionado
hasta tal punto que pocos países estarían dispuestos a dejarse guiar por
él. ¿Seguiríamos a un jefe cuyo lema es “Yo el primero”?
El vacío dejado por Estados Unidos no lo ha llenado nadie. Todo lo
contrario. La xenofobia, el aislacionismo y la desconfianza son hoy las
principales características del sistema internacional. Sin confianza y
solidaridad mundial no podremos detener la epidemia de coronavirus, y
seguramente veremos más epidemias de este tipo en el futuro. Pero cada
crisis representa también una oportunidad. Confiemos en que la actual
ayude a la humanidad a ver el grave peligro que constituye la desunión.
Por ejemplo, la epidemia podría servir para que la UE recupere el
apoyo popular que ha perdido en años recientes. Si los miembros más
afortunados de la Unión se apresuran a enviar dinero, material y
personal médico rápidamente a sus socios más golpeados, eso probaría el
valor del ideal europeo mejor que todos los discursos. Si, por el
contrario, se deja que cada país se las arregle como pueda, la epidemia
podría anunciar el fin de la Unión Europea.
En este momento de crisis, la batalla crucial está librándose dentro
de la propia humanidad. Si la epidemia crea más desunión y desconfianza
entre los seres humanos, el virus habrá obtenido su mayor victoria.
Cuando los humanos se pelean, los virus se duplican. En cambio, si la
epidemia produce una mayor cooperación mundial, esa será una victoria no
solo contra el coronavirus, sino contra todos los patógenos futuros
Começa a semana com isto
Leonard Cohen - Discurso por el premio Príncipe de Asturias (Subtitulado...
domingo, 5 de abril de 2020
A solidão dos que juntam multidões.
O coronavirus vai enchendo as nossas vidas. Ainda mergulhados na luta sanitaria para fazer que desapareça, ele teimudo, vai trabalhando, manselinhamente, para deixar pegada em tudo quanto nos rodeia. Quer que todo mude, para pior. Por culpa dele, vão aparescendo pouco a pouco os lamentos de cambios de vida e impacto económico. Vamos ter tempo para pensar, replanear e organizar, um novo mundo. E ainda os USA, estão començando a espertar na luta antiviral. Se a economia americana cair na falência, que passará nas economias de todo o mundo?. Veremos um novo orde geopolítico com a China a comandar o capital mundial?. Paresce tudo uma alarme exagerada, oxalá seja assim, uma alarme exagerada.
A solidão dos que juntam multidões.
O cantor Pedro Abrunhosa, pede auxilio económico para o sector musical, para os seus companheiros trabalhadores anómimos, os seus músicos e os outros, que fazem posível que funcione uma industria que gera lucros e autoestima para o país. O futuro à curto prazo é triste para estes trabalhadores que sofrerão muito directamente a pancada económica desta crise.
Aquí uma bela canção de Pedro abrunhosa. "para os braços da minha mãe", que camta junto o Camané.
sábado, 4 de abril de 2020
Notas soltas. De como duma escapada cheguei até o Paraíso para ver se nasceram as patacas
Nunca falei do Paraiso. É uma horta que trabalho lá no lugar chamdo Val do Regueiro, na estrada que vai a Santiago , na saída de Ourense. Com o confinamento e o medo a sair, levo catro semanas sem visitar a horta. Hoje fui de carro fez o percurso de tres kilómetros e lá cheguei, meio fuxindo e escapando. Encontrei-me cos meus vizinhos o Jesus e o Manolo. Saudos rápidos, distancias entre nós, e a explicar que não vinhera já muito tempo por cumprir coas regras do confinamento e mais o medo a que reprendam a um. Eles vão tudos os días pois vivem perto e a lei permete trabalhar nas hortas a quinientos metros da casa.
Apalpei entre as hedras já crescidas da entrada onde fica agochada a chave da portinha de ferro que da a tres escalons de pedra que vão dar a terra da horta. Com ansiedade di uma olhada geral para percever uma impresão da situação. As patacas já nasceram, já estão bem fora da terra e pedem já uma mau de sulfato, uma alegría. Dende o Carnaval que foram plantadas a hoje já a natureza fez o seu trabalho como Deus manda. Querem uma cava, paresce. As hervilhas muitos grandes, precissam de uns paus para agarrar-se na sua crescença. Os alhos também mostraram um forte pulo desde que os deixei daquela ainda agromando na terra.
Moita alegría levei no reencontro de ver a recompensa do trabalho feito, primeiro de gaviar com enxada toda a terra e despois fazer os plantios.
Nesta altura precisavase de fazer ainda mais trabalhos, como gaviar, plantar cebolas, leitugas, tomate, pemento etc. e dar coidados. Mas as fatais circunstâncias não ajudam. Também o campo chora connosco e sente o abandono. Esto que nos está a pasar, numca tal se pensou. Parece que tudo está a mudar, mas melhor não pensar, ser confiantes e otimistas.
Cando tudo acabe pisarei novamente o Paraiso e alí emtre o sol, o regueiro e as folhas das videiras, acordarei dum mal sonho.
Este texto está escrito,seguindo a norma do dicionário Estraviz.
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